LYRICA, por Francisco Gómez

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descargaEn el colegio, en las clases de Lengua y Literatura, nos enseñaron a los de mi generación, aquellos que nacimos en los 60 que los géneros literarios se dividían en lírica, épica y dramática.

Ahora descubro, no sin muchas dosis de asombro, que la industria farmacéutica fabrica un invento en forma de pastilla llamado “Lyrica” (con y), indicado para pacientes con dolor neuropático y trastorno de ansiedad generalizada (TAG).

¡Oh, amigos, qué excelso momento! ¡La industria se ha vuelto sensible y literaria y ha bautizado a una de sus grageas con el nombre de “Lyrica” (con y). Por razones que no vienen al caso, un doctor amigo me las recetó cierta vez y pronto tuve que olvidarlas pues su consumo me provocaba las contraindicaciones que avisa el prospecto: mareas, somnolencia, visión borrosa, aumento del ritmo cardíaco. Parecía que me había tomado un “chute” de pastillas de las rutas discotequeras de aguante y desenfreno y decidí marcar un stop a su digestión.

“Lyrica” (con y), según reza el folleto, “se utiliza en el tratamiento del trastorno de ansiedad generalizada (TAG). Los síntomas del TAG son una ansiedad y preocupación excesivas y prolongadas (¿les suena con el ritmo de los tiempos actuales?) que resultan difíciles de controlar. El TAG también puede producir inquietud o sensación de excitación y nerviosismo, sentirse fatigado fácilmente, tener dificultad para concentrarse o quedarse con la mente en blanco, irritabilidad, tensión muscular o alteración del sueño. Esto es diferente de estrés y tensiones de la vida cotidiana”.

¿Por qué no inventará la farmacopea la “pastilla de la felicidad”, el “soma” de Aldoux Huxley en “Un mundo feliz”? Ya tenemos pastillitas para la tensión arterial, el colesterol, las inflamaciones musculares, diarreicas, diuréticas, la famosa viagra, somníferas, tranquilizantes, anxiolíticos, antidepresivos, etc, etc, etc…

Si el hombre contemporáneo busca ser feliz, aunque sea a tiempo determinado, por qué no se le procura un “potaje” de comprimidos que le transporten a su ataraxia física, mental y hasta espiritual. El hombre contemporáneo que añora el incierto pájaro de la felicidad, como concepto general, ¿aceptaría de buen grado el consumo de la “lyrica” de la felicidad? ¿Sería el síntoma concluyente de que sólo la industria puede llevarle a cotas de dicha y placer que las relaciones humanas y la mirada sobre el mundo actual le niegan? ¿El hombre del siglo XXI está llamado a ser dichoso bajo el influjo de la pastilla o tiene fe o convicción en un mundo mejor, más humano y digno para todos?

Mucho me temo, por desgracia, que la “lyrica” se abrirá paso antes que el ideario humano, ¿o estaré equivocado y viviré en el error, como el hombre de la caverna de nuestro amigo Platón?

Francisco Gómez

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