Presentación en Murcia de El ocho de las abejas de Cleofé Campuzano (Editorial Devenir, 2018) , entrevista, por José Luis Zerón

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Cleofé Campuzano Marco (Murcia, 1986), poeta y educadora de museos del ámbito social. Inició sus estudios universitarios en Filología Hispánica, posteriormente se graduó en Educación Social y se especializó en la vertiente sociocultural, a través de estudios de posgrado en educación, mediación y museos, por la Universidad de Zaragoza y por la Universidad de Murcia.  Habitualmente ha colaborado en diversos medios con trabajos científicos y reseñas. Ha participado en revistas de poesía y espacios literarios como La Galla Ciencia, Empireuma, El coloquio de los perros, Círculo de Poesía, Oculta Lit, entre otros. Actualmente compagina la producción literaria con trabajos de investigación en la Universidad de Lleida y el comisariado pedagógico de arte contemporáneo. El ocho de las abejas (Devenir, 2018) es su primer libro publicado hasta la fecha.

El pasado 28 de mayo se presentó en la librería Expo-Libro Diego Marín de Murcia El Ocho de las abejas, primer libro de poemas de Cleofé Campuzano, editado por la prestigiosa editorial Devenir el pasado año. En el acto intervinieron el editor del libro, Juan Pastor, el prologuista, José Luis Zerón Huguet, y la autora.
A continuación reproducimos el diálogo que mantuvieron Cleofé Campuzano y José Luis Zerón tras la intervención del editor del libro, Juan Pastor.

Para empezar, háblanos del sugestivo título El ocho de las abejas, que, en mi opinión, no tiene nada de caprichoso, muy al contrario, y como dejo claro en el prólogo, creo que sintetiza magistralmente el contenido del libro. También abordas el conflicto de la existencia del ser humano, cuya facultad para pensar y sumar conocimientos le permite enfrentarse a su sino, pero al mismo tiempo le genera angustia, temor y desasosiego. La capacidad del ser humano de saberse diferente, de reconocer su propia identidad es a la vez un don y una condena, pues también nos hace conscientes de nuestra finitud y nos sitúa en contraposición al mundo natural de las abejas. puramente instintivo, que actúa en beneficio de la colectividad ignorante de su destino y siguiendo con unas reglas innatas.

El título nos remite a la facultad humana de decidir y a la caprichosa condición de estar obligados a hacerlo en un  tránsito muy incierto sobre el que no tenemos control. Desde disciplinas como la lingüística o la antropología del lenguaje, el sistema de comunicación de la abeja se presenta como biológicamente  predeterminado, antitético al humano; por el contrario, el nuestro ha de construirse desde la indefinición, desde esta incompletud de la que hablaba Durkheim que viene a ser compensada con lo que la sociedad aporta al individuo y, a su vez,  exige. En este caso, el título no es un tema baladí, es una parte consustancial en la construcción total de la obra, por su sentido simbólico y de representación.

Manifiestas en una entrevista con Diego Zalgade  en la revista Oculta Lit queLectura y escritura para mí caminan indesligadas. Lectura, escritura y pensamiento forman un triángulo inopinable, se dotan de sentido como un continuum en el que una no puede prescindir de las otras. Pienso que en todo proceso creativo, hay una parte de origen desconocido que nos viene dada y, después, hay otra parte de ejercicio, de esfuerzo”. Precisamente, esto mismo resulta muy evidente en tu primer libro en particular, y en tu obra literaria en general: la fusión entre instinto y reflexión, intuición y conocimiento. Estoy de acuerdo contigo en que no podemos obviar que el poema también nace de un proceso intelectivo, aunque hoy en poesía estén muy valoradas la emotividad y el sentimentalismo y se evite de todo aquello que pueda resultar conceptual.

Sí, estoy convencida de que el poema nace del pensar. Y el pensamiento es el único proceso capaz de aunar razón y emoción. Pensamos cuando nos esforzamos por percibir el mundo, posiblemente desde una ventana incómoda, cuestionante. Podríamos  sugerir que el hecho de autoprovocarnos la pregunta, quizás sea un trabajo muy complejo que nada tenga que ver con la inspiración; pero, sin embargo, sorprende que esta zona de aprendizaje se vea invadida misteriosamente por cierta magia que procede del citado esfuerzo en intentar ver con otros ojos la realidad. Tal y como acertadamente apuntabas en el prólogo, emerge inevitablemente el binomio gracia y esfuerzo…

Otra de las características de tu poemario es la convivencia de elementos corporales, físicos y sensitivos con una dimensión espiritual o metafísica. Digamos que logras una unión entre lo concreto y lo abstracto, entre lo perceptible y lo imaginado; y esta combinación dispar crea extrañeza en el lector.

Siempre imagino que tras las cosas hay una realidad invisible que late. Y esa dimensión puede ser el vestigio más sublime, el descubrimiento de la belleza más inesperada o el dolor más cruento. No sabemos qué se esconde tras los objetos,  qué segmento se nos escapa cuando respiramos; por este motivo, me interesa este carácter sincrético del poema, su capacidad para dar forma a elementos no corpóreos y de atomizar aquello que nos es sumamente familiar.  Ahí surge la búsqueda, ahí está presente esta cualidad de enigma que tanto me gusta del pensamiento poético y que siempre intento cultivar. Me encanta el uso de este verbo para referirnos a la dedicación que exige el poema, “cultivar” remite a la dedicación en la lectura y en la escritura. Es una palabra preciosa que en este contexto ha  ido perdiendo; recuperarla y ponerla de manifiesto implicaría una reflexión profunda sobre la creación literaria, su evolución y sus actuales manifestaciones.

El conflicto humano de ser y estar en el mundo lo aborda y lo intensifica tu yo poético a través de dualidades como inmanencia/trascendencia cotidianeidad/excepcionalidad, arraigo/desarraigo, locura/cordura… Y la mayor de las dualidades: vida/ muerte.  En tu escritura poética se potencia la formidable batalle entre Eros y Tanatos (la carne y la tumba). Me llama la atención porque no incurres en una idealización de la muerte, ni recurres a una visión trascendente, atenta al aquí y ahora y sus contingencias. Tu libro puede perturbar tras una lectura poco atenta por su negatividad, pero si ahondamos debidamente nos damos cuenta de que es un poemario lleno de vitalidad que invita a la esperanza. De hecho Javier Puig lo califica de “caudaloso y vital” en el periódico digital Mundiario.

Se podría pensar que se sostiene sobre un aura pesimista. Pero coincido en que llegaríamos a esta conclusión solo en una primera lectura de carácter más superficial. Posiblemente, veríamos visos de luz en una segunda lectura más profunda en la que gravitaríamos sobre un tipo de extrañeza que  permite un acercamiento acentual a la esperanza, aspecto que respalda el deseo de vivir y de vivir no de cualquier manera, no en un sentido preconcebido sino vivir conscientemente: ante lo impuesto tal y como evidencia el poema “Sitios en nombres propios” o ante lo inasible de la identidad construida, evocación que se recoge en “A eso se refería esa voz del pasado”…

Otra cualidad llamativa de tu poemario es el tratamiento del tiempo. Partiendo del tiempo presente, del aquí y ahora, la voz, en primera persona y ocasionalmente en segunda y tercera, indistintamente, viaja al pasado o se proyecta a un futuro.

El tratamiento del tiempo presenta una significación angular en la concepción del poemario. La invención se nutre de una linealidad que descansa sobre las experiencias que hemos vivido y aquellas que esperamos vivir en el futuro. Y toda esta composición la ejecutamos mentalmente en el presente; de ahí que el poema tenga una licencia especial para experimentar el tiempo de una manera total, dado que en nuestro día a día, no es posible. Pensar la incongruencia es una traducción a un vivir para siempre o a una eternidad inventada que genera una suprarealidad, donde lo subjetivo nos lleva a otorgar un valor añadido a todo aquello que pensamos y a idear un sistema de evasión donde la realidad va mucho más allá de su mera interpretación.

En Revista de Letras, José Antonio olmedo, escribe que el sujeto lírico de El ocho de las abejas se expresa en mayor medida en primera persona, y por ello tu libro podría ser considerado como confesional, pero añade que “conforme vayamos avanzando en la lectura sospecharemos si dicho discurso es en verdad dirigido a una otredad tácita y anónima, o verdaderamente estamos ante un monólogo interior, un flujo de conciencia que deriva su discurso mediante las formas personales para introducir en él la digresión”. ¿Estás de acuerdo?

Sí, del todo. El sentido de una otredad va implícito de una forma casi secreta en el proceso de escritura. Si entendemos el poema –y es así en mi caso- como una vía de expresión/manifestación del pensamiento, hay una entidad que recibe el mensaje. Ritualizamos, por tanto, un trayecto que va a alguna parte o nace con la intención de llegar a otra conciencia.

En una entrevista en Mundiario Ada Soriano resalta el carácter unitario de El ocho de las abejas, ya que, aunque los poemas se pueden leer de manera individual con un grado máximo de autonomía, todos están bien imbricados en el conjunto, como un enjambre, algo así como muchas alas y un solo vuelo. También resalta Ada, y estoy igualmente de acuerdo con ella,  la pertinencia de las citas en tu libro.

Es cierto que la construcción del libro juega a una ambivalencia desencadenada. De un lado, las partes son unidades de sentido y, de otro, el todo es algo así como un sentido añadido a estos átomos individuales –poemas individuales-. Diría por analogía que El ocho de las abejas presenta un fundamento orgánico en su concepción y desarrollo, evoluciona en su propio devenir y se cuestiona así mismo sobre la idoneidad de estar ahí, de cómo ser parte de un cuerpo que se autoabastece de ese destino incierto al que constantemente aludo.

 A propósito de las citas, me gustaría que resaltaras algunos de tus referentes poéticos. Yo nombro en el prólogo a algunos autores que he sentido próximos a tu obra: Darío, Vallejo, Celan, Eliot, Plath…

En casa de mis abuelos, recuerdo que había una humilde selección de libros muy interesante;  algunas lecturas fueron muy importantes en aquel momento, como Azul de Rubén Darío. Más tarde, descubrí el trabajo de autores como Carlos Bousoño, Vicente Aleixandre, Celan o los poetas románticos ingleses, por ejemplo. Los sentí muy cercanos, próximos a una sensibilidad y me sugirieron cosas, claramente una virtualidad sobre la que investigar. Me hubiera gustado leer mucho más y anhelaré tener el tiempo necesario para poder hacer esta tarea mucho mejor y a la altura de mis deseos pero considerando esta limitación, me alegro de haber disfrutado estas lecturas que he tenido la suerte de sentir e integrar y de las que vendrán en el futuro. Lo que leemos conforma nuestra mente y también interviene en nuestra manera de ver el mundo.

Llama la atención el tratamiento del lenguaje en tu libro, muy alejado del uso ordinario, que a mí me parece además sumamente original. No recurres al énfasis para imantar al lector. Tu relación con el lenguaje es tensa pero de una honestidad sin fisuras. Remueves, socavas el lenguaje hasta alcanzar un conceptismo expresivo, a veces antipoético, peculiar y reconocible, que revela tanto como oculta. La sintaxis unas veces es sinuosa, otras abrupta y quebrada, y el ritmo, sincopado, elusivo, entre la ligereza y la gravedad, no es el de la medida eurítmica convencional sino el de la propia respiración del poema, y para ello prescindes de recursos métricos y fonéticos y te basas en el verso blanco y libre alternando secuencias de versos largos y cortos. Por otra parte, reconocemos el uso de imágenes de una gran fuerza simbólica, nada complacientes, que nos impresionan y descolocan, amén de una ironía turbulenta, de corteza áspera, lejos de la ocurrencia amable o el requiebro  ingenioso propios de los realismos poéticos.

El lenguaje poético me permite romper la realidad, doblarla, huir de ella, volver a ella,  extirparla, rasgarla… salir del uso cotidiano del lenguaje me permite esta posibilidad, experimentar el vértigo que el propio lenguaje propone. Sus límites son muy similares a los límites más antiguos del ser humano. Motivo por el cual, siempre pongo todos mis esfuerzos en que la lucha sea honesta y consciente, me enfrento a la escritura con todo el respeto que sus atributos merecen.

Por último, me gustaría que nos hablaras de Paz primaria, tu nuevo poemario que vas a publicar próximamente.

Paz primaria es el segundo poemario que he conseguido conformar y que verá la luz pronto. Es heredero de El ocho de las abejas. Pero creo que también refleja la intensidad de mi vivencia poética y desde este vórtice, representa una evolución a nivel de maduración de pensamiento y de discurso. Lo fundamental de esta manera de entender el lenguaje como lucha continua sigue estando presente de forma muy referencial. El dolor y la belleza conviven en un maridaje de expresión casi matérica. La actitud ante lo desconocido y la extrañeza sobre la identidad humana siguen inquietando mi pulso, perturbando mi concepción de lo que vivo. Y eso es algo que plantea una glosa de continuidad…

 

 

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