Archivo de la categoría: diario

Mi diario dibujado, Dolça

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Seguimos con la campaña de mecenazgo durante todo el mes de marzo.
Esta combinación también es espectacular. «Mi Diario Dibujado» más este estuche enrollable con 36 lápices de colores para darle color a su interior.
Una bonita combinación que podrás llevar siempre contigo hasta que termines de darle color a todos sus dibujos.

 

ATRAPADOS EN UN TIEMPO EXTRAÑO, Juan Lozano Felices

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SOBRE “LOS CONFINADOS” DE EDUARDO BOIX.

 

 

Durante la ocupación de Varsovia, el poeta polaco Czeslaw Milosz traduce The Waste Land de T.S. Eliot. En 1940, y antes de abandonar París, la filósofa judía Rachel Bespaloff escribirá con su penetrante mirada un librito con el título De la Ilíada. Poco después, una adolescente comenzará a escribir un diario durante su encierro en una buhardilla de Ámsterdam, también durante la ocupación nazi. Si retrocedemos en el tiempo, menos dramáticas fueron las circunstancias en que Michel de Montaigne escribiera sus Ensayos, voluntariamente confinado en una de las torres del castillo familiar. De William Shakespeare se dice que escribió Macbeth y El rey Lear durante una epidemia de peste. Hay muchos más casos, pero terminaremos citando uno de los más conocidos y cercanos, el de Miguel Hernández, que no dejó de escribir poesía hasta los últimos momentos de su vida, prisionero en las cárceles franquistas y consumido por el entonces temible bacilo de Koch. Parece como si, en momentos de encierro, uno se creciera literariamente. Como si escribir se convirtiera en una forma de encarar la adversidad, una forma de resistencia ante los augurios.

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Los Confinados, A modo de epílogo o coda. Por Eduardo Boix

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Decíamos ayer.

Parece que volvemos a salir. La nueva normalidad la llaman. Nos aguarda un futuro incierto. ¿Qué pasará? Yo me conformo con poder ir a la playa, poder pasear, quedar con Pedro Serrano y Javier Cebrián a tomar una copa o un ColaCao en algún bar de moda a las tantas de la madrugada. No va a ser lo mismo.

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Los Confinados 47, por Eduardo Boix

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DÍA 47

 

Karen Arnold en Pixabay

De niño tuve un pájaro que vivió enjaulado unos años. Se llamaba Pepe, era azul grisáceo. Un periquito auténtico que me regaló una clienta de la carnicería de mi padre. También cuidamos en casa de dos galápagos, que acabaron siendo grandes. Comían unas gambas que olían a podrido. Me daban arcadas cada vez que acercaba la nariz a la comida de las tortugas. No tuvimos más animales por decisión unilateral de mis padres. Realmente siempre nos ha dado lástima tener seres vivos encerrados. Mis abuelos tuvieron gatos, perros, pájaros, caballos, corderos, cerdos. Mi experiencia con animales ha venido a través de las vacaciones en el chalet. Mi abuelo rescató un halcón que siguió regresando un tiempo. Fue nuestro amigo.

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Los Confinados 46, por Eduardo Boix

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DÍA 46

 

xarxatic.com

 

Recuerdo el  primer día de colegio, yo no dejaba de llorar. Me vienen las imágenes, los olores, la luz. Todo se agolpa en mi mente. Me sentaron con Joaquín que no paraba de pintar la mesa de negro. Gastó toda la cera en la mesa, pobres limpiadoras. Ellas no entenderían su genialidad. Me han marcado mucho mis compañeros de colegio. Pasé los mejores o peores años de mi vida con ellos. Fui dichoso. Si hay que definir la felicidad de una persona yo marcaría esa época sin dudarlo. No me gustaba el colegio, no os quiero engañar, pero hubo magia.

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Los Confinados 45, por Eduardo Boix

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DÍA 45

 

Nunca me ha gustado el deporte. Lo he contado infinidad de veces en artículos, poemas, cuentos. Me ha parecido siempre aburrido y cansado. Con lo a gusto que se está tumbado en una hamaca leyendo. Es cierto que he envidiado la destreza que algunos amigos tienen con el balón, pero a mí me crearon con dos piernas izquierdas. Más torpe no he podido ser. Ayer amanecimos con la muerte de Michael Robinson. Un tipo divertido que cayó bien a todo el mundo, cosa muy difícil en este país. Me gustó su forma de afrontar el periodismo deportivo.

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Los Confinados 44, por Eduardo Boix

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DÍA 44

 

Todo el mundo es un gran cuento y nosotros actuamos
en él. Momo. Michael Ende.

 

 

Acudí a mi primera manifestación comiendo churros. Tendría cinco o seis años, iba con mi madre. Recuerdo ese día perfectamente. Todos los colegios de la ciudad nos rebelábamos contra alguna ley o decreto educativo. Mi madre llevaba un vestido violeta y me llevaba de la mano. Yo llevaba el cartucho de churros. Era feliz por dos motivos: no había clase, siempre he odiado el colegio y era novedoso ir al Ayuntamiento. ¿Quién trabaja en el Ayuntamiento mamá? Los funcionarios. ¿Con quién vamos a hablar mamá? Con los políticos. Yo me imaginaba a funcionarios y políticos como a los hombres grises de Momo. Señores serios, con traje y sombrero.

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Los Confinados 43, por Eduardo Boix

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DÍA 43

 

— ¿Sigues escribiendo?
—Sí. Te lo he dicho. Me encanta escribir y te aseguro que escribo con regularidad.
Pero escribo para mí. Por mi propio placer.
Y quiero que me dejen solo para poder hacerlo.
J. D. Salinger.

 

 

Alguna profesora de literatura me obligó a leer El guardián entre el centeno. No recuerdo si saqué buena nota, solo sé que me fascinó aquel libro. En Internet, la cuna que mece a los “sabios”, hay referencias de lectores que no les gustó el libro porque no tiene trama. A veces es mejor callarse, hacerse el tonto y ser feliz. No merece la pena discutir con los flamantes críticos que todo lo pueblan. Como he dicho antes a mí me embrujó aquel libro. Tal vez me sentí identificado con el protagonista.

Como dije en textos anteriores yo pretendía, como dijo Gerardo Irles, ser un excritor. ¿A quién le iban a interesar mis historias? El Coronavirus ha hecho que vuelva a escribir, no sé si mejor o peor, pero me obligo a contar cosas. Ayer la segunda cadena de Televisión española,  programó la película, el biopic como dicen los modernos, Rebelde entre el centeno. Me encantó la película porque me descubrió al Salinger persona. Siempre, desde la distancia, he admirado a este escritor Norteamericano. Es un referente para muchas generaciones de contadores de historias. La veracidad es el sello de la película. Un escritor se forja a raíz de rechazos editoriales. Nunca entenderé a la gente que se autopublica mensualmente. Escriben, maquetan y suben a Amazon libros. Sin filtros, a tumba abierta. Otros aunque tardan más en publicar hacen lo mismo. ¿Se les puede denominar escritores o realmente son escribidores, casi escribanos? Pobres editores que bregan con iluminados que se creen Tolstoi y se cabrean ante el rechazo.  Pero no solo publican, usan las redes sociales como autobombo y realizan autoentrevistas y hasta clubs de lectura. Salinger se apartó de todo. Contó para sí mismo, por placer. Tuvo la valentía de decir hasta aquí.

 

Parece que se me ha ido la fiebre del excritor. He vuelto a la arena. Estos textos de Los confinados, son una herramienta para  probar estilos, voces narrativas, temáticas. Estos simples ejercicios de escritura me han devuelto a la vida.

 

 

https://losconfinados.wordpress.com/blog-2/23/

 

Los Confinados 42, por Eduardo Boix

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DÍA 42

 

De sol, espiga y deseo/Son sus manos en mi pelo/De nieve, huracán y abismos/El sitio de mi recreo.
El sitio de mi recreo. Antonio Vega.

Me descubro llorando en la puerta del ascensor. Voy a bajar la basura. En los tiempos que corren, ese simple gesto, se convierte en una hazaña. Llegará el día, en el que contaremos a los nietos, el valor que tiene el poder pisar la calle unos segundos.  No lloro por nada aparente. Un cúmulo de circunstancias personales me llevan a una situación de fronteriza. Se avecinan cambios. Se rompen los cristales de la casa de mis sueños. Así es la vida. Tenemos que crecer. Con cuarenta años estoy muy lejos del niño que fui.

 

Escucho en bucle El sitio de mi recreo de Antonio VegaPodría ser mi canción. Tal vez Antonio, tenga varios temas que, en diferentes momentos de mi vida, me han servido para poner banda sonora a las vivencias. La pongo una y otra vez, los discos ya no se rayan, todo funciona online. Vuelvo a llorar. El sitio de mi recreo pueden ser tantas cosas: el instante en que perdí la virginidad, los partidos de fútbol del colegio, la primera borrachera, los eternos veranos en el chalet, los sueños hechos pedazos, las risas en un banco de un parque, los primeros besos, la primera película en un cine. Son tantos los recuerdos que me produce la canción de Vega que se desata un huracán de emociones.

 

Me asomo al abismo en muchas ocasiones. Es mi única forma de crear. Observo mi reflejo en las aguas de la memoria. Me sigo reconociendo, no he cambiado tanto. Más canas, tal vez y menos pelo. Pero la esencia es la misma. Sigo siendo el niño llorón que temía todo.  Eso me ha salvado.

 

https://losconfinados.wordpress.com/blog-2/23/

 

Los Confinados 40, por Eduardo Boix

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DÍA 40

 

Siempre he vivido las azoteas. Sí, querido lector, lo has leído bien, VI-VI-DO. De pequeño subíamos mi madre y yo a la terraza para darme la comida. Era un niño un tanto especial yo. Me gustaba comer ensaladilla rusa junto al tendedero, al sol. Creo, que de tanto sol en la cabeza la imaginación se ha desbordado, por eso soy escritor. Recuerdo esos días de mi niñez con cierta nostalgia. Yo, en mi inocencia, creía que nos trasladábamos a otro mundo. A veces sueño con ese tiempo.

 

Algunas tardes, Luz y yo subimos a la azotea a respirar. Tenemos la suerte de, por localización y altura, estar en el edificio más alto de la zona. Divisamos hasta el mar. Si te fijas bien, se puede apreciar la espuma de las olas. Es una delicia. Con esto del confinamiento la contaminación ha bajado y se nota en la tonalidad del paisaje. Nos gusta mirar a nuestros vecinos de azotea. Algunos hacen deporte, otros pasean hablando por el móvil, fuman, se ríen. El otro día una pareja tomaba el sol y bebían cerveza, que guardaban en una nevera de playa. La gente inventa nuevas formas de relacionarse. De vivir.

 

Estamos habitando de otra forma la ciudad. El ser humano se reinventa en cada crisis. Vamos ajustando nuestra forma de ser. Somos camaleónicos y nos camuflamos ante el dolor. Convertimos la oscuridad en luz con mucha facilidad. Necesitamos premios, pequeñas recompensas que nos hagan mejor el aislamiento. Subir a la terraza, mirar por la ventana, una copa de vino con amigos vía Skype. La tecnología nos ha acercado al mundo. Somos menos libres pero estamos más cerca. Habrá que acostumbrarse a otra forma de vivir.

 

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