Archivo de la categoría: opinión

LOS TAXIS INEXISTENTES

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Por Francisco Gómez

        Conseguir un taxi los fines de semana es una aventura extraordinaria en la city. Los viernes y sábado por la noche es una Odisea que no se le habría ocurrido al mismo Homero. Puedes empezar el hercúleo trabajo de llamar a Radio Taxi y esperar y esperar que te cojan el teléfono más de veinte minutos y rezar para tener la suerte que no te cuelguen mientras hay no se cuántos usuarios a la espera como tú. Si rechazan tu llamada y necesitas el transporte, no te queda otra que repetir la operación y tener más suerte. Desesperante hasta que a la media, tres cuartos de hora te asignan ¡por fin!, un vehículo con su número correspondiente.

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LOS GILIPOLLAS, Francisco Gómez

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no me quedo en casa

cadenaser.com

Me dirijo a vosotras y a vosotros, supuestos reyes del mundo, personajes que os sentís por encima del bien y del mal, y veo que hacéis botellones en medio de la calle y os lo pasáis supuestamente de p.m, para hacer una fiesta después de tanto tiempo encerrados sin fiestas, folleteo, discotecas, pubs hasta últimas horas de la madrugada o after hours hasta caer rendidos en vuestras casas donde tendréis la comida preparada al mediodía o alguien os atenderá si caéis en coma etílico.
¿Os creéis inmortales, verdad…? Yo también me sentía como vosotros cuando tenía 20, 30 años y soñaba que el tiempo me esperaba y era dueño de todas las posibilidades. Aspiraba a veleidades de intemporalidad cuando dejaría huella en las mentes y corazones de mis congéneres. Ya veo que la vida no os ha dado hasta en las costillas y no os habéis dado cuenta aún que vuestra vida no le importa una m… a casi nadie. ¿Seguro que tenéis aún a vuestros padres, a vuestros abuelos, a casi toda la familia de la que much@s renegáis cuando no sabéis aún que quizás sea vuestro mayor patrimonio…? Lee el resto de esta entrada

EN BUSCA DEL ESPÁRRAGO PERDIDO, por Francisco Gómez

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A mi padre, Francisco Gómez Bermúdez

El otro día fui con mi amigo Javi, un hombre bregado en los avatares de la vida, a buscar espárragos por los huertos circundantes a la Miguel Hernández y al Conservatorio de Música. Una excursión inesperada en mitad de una tarde soleada de domingo a buscar los ejemplares frescos de las matas que rodean las lanzas en un hermoso ejercicio de supervivencia.

Buscamos aquí y allá pero por lo visto un paisano que conocía mejor que nosotros los ritmos de crecimiento de las plantas se había adelantado y espigado bien el territorio. Sólo pudimos conseguir tres o cuatro tallos escasos para hacer una pequeña tortilla de espárragos con cebolla y ajo. Javi me lo ofreció pero me negué. El mérito y la búsqueda eran suyos.

Evoqué sin querer aquellos cercanos y lejanos tiempos cuando mi padre salía a buscar espárragos y él sí que sabía cuándo había que buscarlos por los huertos de donde trabajó y se dejó la vida y por los alrededores de Facasa y la Avenida. Por supuesto sabía en qué momento crecían. Traía orgulloso dos y hasta tres hermoso y talludos manojos y casi siempre hacía parada en la Plaza de Altabix donde su hermano Cristino le esperaba y le ofrecía uno de ellos para que se hiciera una buena tortilla con uno de los manojos. Luego se sentaban en el banco y empezaban a fumar el tabaco que le ofrecía Cristino, apenas sin hablarse. Muchas veces se unía su hermano mayor, Juan Antonio, y los tres se sentaban a tomar un café en una de las cafeterías. Se querían y conocían desde niños sin hablarse. Era la magia del silencio y el afecto.

Aquella tarde dorada con sabor a alma y recuerdo mientras hablábamos Javi y yo de las cosas de la vida que siempre se nos escapa, un algo subió a los ojos que no sé bien explicar; si memoria, si ausencia presente, si agradecimiento por un hombre bueno del que ya pocos se acuerdan.

JULIO CON ANTIFAZ. UNA LECTURA DE “LA BELLEZA DE LA FRUTA”, por Juan Lozano Felices

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http://www.agitadoras.com/enero%202019/juan.html

Tenía las llaves de su bosque, pero no abrían el reino de su pensamiento”. Con esta sugestiva frase da comienzo Julio Soler a “El bosque de las pawlonias”, el primer cuento y uno de mis favoritos de su nuevo libro “La belleza de la fruta”, editado en feliz conjunción por Ediciones Frutos del Tiempo y la colección Peces Solubles. Proyecto éste último que gobierna el propio Julio como si fuera una ínsula presidida por la belleza y el misterio hipnótico. Esa primera frase es la puerta o la madriguera del conejo que nos sumerge de lleno el mundo mágico y altamente adictivo de su autor.

En la colección Peces Solubles han aparecido hasta el momento “Compártame en embolsamientos de aire frío” (1998), “Bestias enamoradas” (2014) y “Pues tú me eliges el veneno” (2016). En todos ellos, como en éste, Julio ha contado con la inestimable colaboración del artista plástico Antonio Mora a quien no puedo dejar de citar de aquí, como tampoco a Paco Valverde como pilar audiovisual de sus presentaciones ni a esa extraña pareja, Juan León y Roberto Martínez, con sus performances en las sucesivas lecturas del Manifiesto de los Protectores de los Peces Solubles. También, en los últimos dos años, han ido brotando cuentos de “La belleza de la fruta” en la revista digital Agitadoras y alguno que al final ha quedado inédito. “La belleza de la fruta”, ya en su forma definitiva como libro, consta de dos partes; una con los cuentos y otra gráfica bajo el título “La belleza de la fruta ilustrada” con fotos de ilustraciones, montajes y fotogramas de películas; a manera de correlato visual de la parte literaria.

Lo he contado alguna vez, el día en que conocí a Julio Soler, él tocaba el piano. El tiempo ha ido añadiendo detalles a la escena, Julio con esmoquin, Julio con antifaz, Julio a la débil luz de las velas y golpeando con el dedo índice el borde de una copa de borgoña… A veces, el piano es de cola y otras, si afuera llueve, puede que no sea un piano sino un clavicordio. La copa de borgoña emite una vibración semejante a la prolongación de una nota pedal sobre la que Julio improvisa diversos acordes. Todo ello es auténtico y, a la vez, entra en el mundo de lo onírico. Vamos ahora con “La belleza de la fruta” y su poética.

La génesis de “La belleza de la fruta” es lejana, colindante con “El balcón de Laura” (Frutos Secos, 1987), pero han tenido que pasar más de treinta años para que el libro vea la luz. A veces, Julio nos hacía partícipes de alguno de sus cuentos, unas veces decía que eran cuentos de amor cortés y otras que pertenecían al ciclo de la belleza de la fruta. Intuyo que, al final y de forma natural, ambas categorías han terminado por fusionarse, anexionarse o fagocitarse para dar forma a este corpus narrativo, a esta delicatesen que estamos a punto de degustar. Envidio sanamente a aquellos que aún no han entrado en el mundo juliano, porque están a punto de franquear puertas que, de otro modo, continuarían cerradas o ni siquiera serían visibles. O de cruzar espejos para, al otro lado, seguir las pistas que a modo de migas de pan, Julio ha ido dejando aquí y allá: referencias musicales, cinéfilas y literarias. Si estas pistas llevan a algún lado, solo al lector le corresponde averiguarlo. Puede que, el sendero a través del bosque, conduzca a cada lector a lugares distintos o, como en “El ángel exterminador”, acabemos en una sala de la que no podamos salir. Como también he dicho alguna vez, el juego es el alcaloide en la obra de Julio Soler. Uno hará bien dejándose seducir por la plasticidad sensorial de su lírica, por el juego verbal, por el fabulador nato, por la alta imaginería de su creación poética. Porque de sinergia poética y no de otra cosa, estamos hablando aquí. Y también, claro, de amor, los cuentos de “La belleza de la fruta” son siempre cuentos de amor. Pero en Julio, es como si la herida nos doliera antes de producirse. Más allá de lo dicho, no voy a caer en el tremendo error de intentar explicar la lírica de Julio Soler, si es que tal cosa fuera posible. Como bien dice Jesús Zomeño en el texto de contraportada, “la reflexión y el romance están en lo que no se explica, porque él sólo modela los bultos que hay tras la cortina”. Además, intentar revelar lo que está oculto llevaría a quebrantar el artículo 15 del Manifiesto de los Protectores de los Peces Solubles, que dice: “Nunca preguntarse ¿Qué significa esto? ¿Qué ha querido decir con esto?”.

He hablado de un territorio mágico donde Julio toca el piano. En otra versión, el antifaz de Julio no tiene huecos para los ojos. Es un antifaz para dormir y Julio hace vibrar a ciegas la copa de borgoña. Me pregunto si será el mismo antifaz que utiliza para escribir.

Diario de un cinéfilo (30. Lucky), por Javier Puig

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Lucky (2017), de John Carroll Lynch, es una de las más atrevidas y hermosas reflexiones sobre la vejez, la soledad y la muerte, que he visto en los últimos años. Y todo ello está conseguido desde una cercanísima sencillez. Su director nos enseña a ver la sutil belleza de la decrepitud, a la que hay que acceder venciendo todas las embaucadoras aversiones. El máximo valor de la película es la portentosa creación que hace Harry Dean Stanton de su personaje. El actor norteamericano, que fuera el protagonista de París Texas, añade a su ajado rostro, ya de por sí profundo y sugerente, una impronta vital genuinamente desconcertante. Pero, además, la entrañable historia que se nos cuenta está apoyada en un excelente guion rico en coloquiales disquisiciones filosóficas, y está nutrida de unos personajes secundarios que superan su naíf bondad para convertirse en importantes referentes.

Las primeras imágenes nos introducen en el árido paisaje del sur de Estados Unidos. Es una tierra fronteriza, un lugar inhóspito, de difícil belleza. A continuación, los sucesivos planos parciales nos muestran los matutinos movimientos de un cuerpo extenuado, de su ruinosa flacidez, pese a los ejercicios de yoga a los que su dueño, ese ya nonagenario Lucky, se obliga. Es un hombre que vive en una soledad que no detesta (“no es lo mismo la soledad que estar solo”, dice), que se deja acompañar por los concursos de la televisión, por los crucigramas que mantienen la agilidad de su mente, y por un aparato de teléfono que le sirve para simular conversaciones ante un imaginario receptor, sumiso oyente de sus inconcebibles y fútiles preocupaciones.

Pero también está ese pub en el que se reúnen unos personajes pintorescos, vividos, fundamentalmente solitarios. Unos hombres – y la dueña del local – que a veces se abren y, aunque disimuladas de ironía, vierten algunas confidencias, alguna escueta sabiduría o cierta irremisible perplejidad. Uno se siente tentado de criticar ese buenismo de los personajes, esa afectuosa cercanía y la sonrisa con las que a menudo encajan las ocasionales burlas y los exabruptos, pero acaba por admitir la necesidad de ese humanitario contrapeso ante la gravedad del asunto que, con funambulesca benevolencia, está destellando en la pantalla. Y es que muy pronto empiezan a surgir las preguntas esenciales.

Al principio de la película, Lucky se pregunta qué es el realismo y llega a una conclusión: “Creía que todos veíamos lo mismo, pero es una mentira. Lo que yo veo no tiene por qué ser lo que ves tú”. Pero después, las distintas conversaciones y encuentros que va teniendo, lo van iluminando en su viaje interior. Y es que Lucky es un hombre ateo, una mente construida con prejuicios, un corazón agazapado.

La vejez va limitando, aminorando la libertad, pero tal vez va creando una nueva, aquella de poder hablar claro, sin futuras consecuencias, de ejercer cierta pendencia, sabedores de una improbable respuesta desmedida. Lucky se permite el lujo de hablar claro, sin importarle resultar impertinente. No está para hipocresías, para aceptar la mentira o esas pequeñas servidumbres cotidianas que, de más jóvenes, aceptamos, como largo retardador de la última y absoluta contrariedad.

Resulta impagable el personaje que interpreta David Lynch, el de un solitario deprimido por el abandono de su queridísimo galápago; como magnífico es ese parroquiano del bar, pareja de la dueña, un hombre mayor que se resiste a serlo, que se protege de las sombras con la cosmética y con una filosofía personal fundada en la cordialidad; o el abogado, al que se enfrenta Lucky, por verlo como aprovechado buitre de la condición mortal de su congéneres; o el militar, un colega que participó como él en la Segunda Guerra Mundial, que le narra cómo encontró a una niña asiática de siete años, feliz en medio de los cadáveres despedazados, aceptando la muerte con budista entusiasmo.

Lucky de todos aprende. Y, entre esos encuentros, vemos los magníficos retratos de su soledad, su imagen de hombre silencioso, vagamente pensativo, en la cama, solo acompañado por los insectos del otro lado de la ventana. Vemos sus paseos, con esa grotesca manera de andar. Recorre el desolado pueblo en el que vive, y, a veces, pasa por un misterioso lugar que no se nos muestra. Es como un arco, como una puerta abierta a algo que él ve y que le solivianta, que le hace gritar, cada vez que pasa y se detiene para mirar su fondo y gritar: “¡Capullos!” Hacia el final de la película, cuando Lucky ha completado su liberador periplo espiritual, por fin se nos da la posibilidad de comprender. Aquello que miraba era una representación escultórica, un micromundo natural contradiciendo al áspero entorno, una especie de oasis, de paraíso, de jardín zen, un memorial de vida plena, infantil, que él, desde su inveterada causticidad, se resistía a bendecir.

Pero ahora ha accedido a una magnanimidad que está por encima de su anterior resentimiento hacia la vida. Ahora acepta la realidad, la única verdad: “Todo va a desaparecer, en la oscuridad, en el vacío. Y no hay nadie al mando”. Y, ante la pregunta de sus amigos: “¿Y cómo te tomas eso?”, responde con una sonrisa, amplia, sabia, definitiva. Pocos días antes había confesado: “Tengo miedo”; pero, en el último plano, lo vemos alejarse por el sendero, enérgico en sus pintorescos pasos. Mientras, contemplamos como un galápago se esfuerza en su avance, quién sabe si para regresar a la casa de su compungido dueño.

Harry Dean Stanton murió dos semanas antes del estreno de la película. La vida – ¿o fue la muerte? – le permitió despedirse con dignidad, dejándonos una gran actuación, elevando su testamento fílmico.

La Universidad desconectada, por Francisco Gómez

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No sé ustedes, amables lectores, pero uno percibe, siente, piensa que la Universidad Miguel Hernández de Elche, Orihuela, Altea, San Juan, no está tras algo más de 20 años de estancia en “la city que al cielo mira” implicada de manera suficiente en el tejido social, económico y vital de este pueblo con casi 230.000 almas.
Elche cuenta ya desde hace varios años con tres universidades; el CEU, la UNED y la universidad Miguel Hernández con campus propio a lo largo de la Avenida de la Libertad y muchos edificios y departamentos universitarios en este recinto con especial vocación científico-técnica sin olvidar carreras de las llamadas de Humanidades. Cientos de profesores y miles de estudiantes, pero su presencia no se nota en demasía en la vida social y cultural de “la city”. La llamada vida universitaria apenas se advierte entre sus calles, pubs y cafeterías. Uno observa que cientos de alumnos van y vienen, vienen y van, sobre todo en los trenes de cercanías hasta Alicante o Murcia, al igual que los docentes que tampoco viven por aquí. En mi opinión, son pocos los que pernoctan y hacen su vida en el roal salvo quienes viven en pisos de estudiantes. Menos todavía los que acuden a presentaciones de libros, exposiciones de pintura, fotografía, participan en las fiestas locales, van al teatro e incluyo aquí a muchos profesores. En una modalidad que en algún artículo anterior, denominé como “los nuevos bárbaros”, chavales y tutores que se entusiasman por su materia, su rama especializada del saber y se desentienden de lo demás.

Sí, es cierto, la Miguel Hernández realiza actividades culturales dentro de su recinto, tiene la Universidad de la experiencia pero a nuestro entender son pocos los ilicitanos que se acercan a verlas y disfrutarlas y viceversa. Es duro entender cómo tras 20 años de estancia en “la city” la Miguel Hernández no tenga un espacio físico que la represente aún en el centro de la ciudad, como así ocurre con la Universidad de Alicante en plena Explanada, en el Paseo Castaños. Sabemos que pretenden adquirir las instalaciones de la Primera Planta del Gran Teatro (el antiguo Casino) pero la pasta es la pasta y no llegan a un acuerdo con la Fundación Caja Mediterráneo= Banco Sabadell para comprar este enclave y potenciar su presencia en pleno corazón de Elche. El objetivo es poner en marcha un centro cultural en el campus de notables dimensiones y realizar actividades de los estudiantes y los agentes culturales que trabajan aquí, pero ¿para cuándo…?, ¿logrará atraer a escritores, músicos, artistas, cineastas y demás grey a sus instalaciones…?
Las preguntas son muchas y las repuestas las traerán los días y las posibilidades.
Mientras tanto, también contamos y los pasos ya se están dando, en desarrollar la colaboración técnico-empresarial entre Ayuntamiento y Universidad para crear un parque tecnológico, estilo Silicon Valley, en el polígono industrial de Torrellano-Saladas y diversificar cada vez más la industria del calzado y auxiliar, que en estos momentos ocupa el tercer puesto en empleos para la población activa. La diversificación en una city industrial y trabajadora como es Elche se antoja una cuestión básica y los movimientos se están dando. Veremos frutos en forma de empresas y logros. Todo a su tiempo pero como vemos la pasta siempre marcha por delante y la cultura es la bonita guinda que trata de adornar el pastel con que “vendemos” nuestro universo.
Pero la implicación social y cultural de la universidad Miguel Hernández es, tras más de 20 años, una asignatura todavía pendiente sin aprobar ni manera de resolver.

P.D: La city se mueve este año del Señor de 2018 en niveles de primera categoría en el aspecto cultural. La concejalía de Cultura ha echado la casa por la ventana en la vertiente literaria y musical. En coordinación con la asociación cultural Frutos del Tiempo pondrán en marcha el tercer ciclo de literatura “La dignidad de la palabra” con la presencia el próximo 8 de febrero del afamado poeta Luis García Montero con nuevo poemario bajo el brazo. Le seguirá el jueves 1 de marzo la también poeta, ensayista y traductora Olvido García Valdés y el 12 de abril, el también poeta murciano, enorme, en nuestra opinión, Eloy Sánchez Rosillo. Para continuar el 26 de abril con una de los más grandes narradores de la literatura española actual, Luis Landero. El ciclo se cerrará el 3 de mayo con la presentación de la nueva colección de Frutos del Tiempo, “Lunara plaquette”, cuadernos de poesía con obras de Manuela Maciá, Pedro Serrano, An Yi Campello y Carlos Javier Cebrián. Todos los actos tendrán lugar en el recibidor del Gran Teatro a partir de las 8 de la tarde, en pleno centro. Esperemos que el público ilicitano y foráneo responda para escuchar y disfrutar con estas plumas de la Primera División de las letras española, muchos de ellos con premios en sus mochilas como el Nacional de Literatura y el de la Crítica, entre otros.

No sólo de letras vive el “homo cultural” pues desde el 25 de enero, Elche está reviviendo “La movida de los 80”. Empezó en los cines Odeon con el film de Beatriz Pérez Aranzabal, “De un tiempo libre a esta parte” y siguió el 27 de enero con el concierto de Jaime Urrutia, alma de Gabinete Caligari en la Lonja de Altabix. Seguirá la música ochentera el 9 de febrero con el El Gran Wyoming y Los Insolventes, para continuar con Javier Gurruchaga y la Orquesta Mondragón el 19 de marzo y Pablo Carbonell y los toreros muertos el 14 de abril, también en la Lonja Cultural.

La gran música de los 80 no se acabará aquí pues Los Secretos darán un concierto en el Gran Teatro el 17 de febrero dentro de su gira por el 40 aniversario del mítico grupo, a quien seguirá Manolo García el 28 de abril en la Rotonda del Parque Municipal. La movida cerrará el ciclo musical el 23 de junio, también en la Rotonda, con un tributo a Héroes del Silencio y Mecano.
Además el Museo de Arte Contemporáneo del Raval (MACE) ha preparado una exposición sobre la efervescencia musical de los 80 que podremos disfrutar hasta el 22 de abril. En este escenario, el 22 de febrero los escritores y poetas Julio Soler, Jesús Zomeño y Juan Lozano, junto a otros letraheridos de Elche y Alicante ofrecerán un recital con sorpresas seguro sobre “la generación poética de la espontaneidad. Culminará con una mesa redonda sobre fanzines, cómic y ilustración de los 80.

Oferta literaria y musical de primera categoría para ilicitanos, foráneos, estudiantes y profesores en un movimiento cultural de altas olas poco visto en “la city”. La respuesta y el juez la tiene el público cultural. Esperemos que mayoritaria. Observaremos.

Francisco Gómez

Patria e independencia 2, por Carlos Javier Cebrián.

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PATRIA E INDEPENDENCIA 2

pequeña lección de etimología”

Mi patria en mis zapatos.

El Último de la fila.

La patria del escritor es su lengua.

Francisco Ayala.

Siempre he pensado que, en lo referente al juego literario, es muy importante, capital diría, la elección justa, adecuada, conveniente, precisa, de las palabras. También lo es en otros juegos como los del amor, los de la amistad, los socio-políticos, en definitiva en lo concerniente a las relaciones humanas, de todo tipo, en todos lo ámbitos. La gratuidad de las palabras al final paga peaje en cuanto a su significación, a sus significados, a sus intenciones, en su contexto o lejos del mismo.

Por ejemplo no es lo mismo, si nos referimos al amor, decir: te quiero, te deseo, te necesito o finalmente te amo. Seguramente al expresarnos en cualquiera de estos términos creemos que sí lo son, pero en realidad, tanto en su aspecto etimológico como en el significante, no lo son en absoluto, ni en su contexto ni en su propio objeto. Cualquiera de estas expresiones tiene sus propias connotaciones y características diferenciales, sus propias marcas y sus propias heridas y cicatrices…

En poesía, por ejemplo, una sola palabra, concreta, mal elegida, puede llevar al poema a malograrse. No digamos su efecto en las relaciones sociales o de amistad, en la convivencia, en las relaciones políticas entre naciones o países o comunidades… En las relaciones humanas y geopolíticas en fin. La elección errónea de las palabras puede llevarnos al conflicto, al contraste, a la pérdida, a la confusión, a la violencia incluso. Puede introducirnos en callejones sin salida, nos acerca al abismo, al caos, a la explosión.

Podemos observar en los medios, en las tertulias, en las informaciones, en las redes sociales, en el ideario individual y colectivo de aquí y de allá, cómo se subvierte el significado de las palabras y, a través de ellas, el efecto de los hechos, podemos cerciorarnos de cómo todos nos apropiamos de la terminología y de los significados, interesados primero y después enfrentados, de un misma palabra, de una misma actuación, de una misma idea, ya sea de justicia, de legalidad , de responsabilidad, de culpabilidad, de razón o de razones, o de sus contrarias, en lo individual y en lo colectivo otra vez, de la verdad… en definitiva, manoseada por unos y por otros…

En 2014 escribí y publiqué un artículo titulado PATRIA E INDEPENDENCIA, en el que intentaba explicar el concepto, la etimología, de la primera de las plabras que contiene el título (del Latín Patrĭa, que significa familia o clan, Patris = tierra paterna, Pater = padre. Es decir, Patria es una palabra, o concepto, que designa la tierra natal o adoptiva de los individuos que pueden sentirse ligados por vínculos de origen, afectivos o ideológicos, culturales o históricos. Es decir Tierra natal o adoptiva ordenada como nación a la que se siente ligado el ser humano por dichos vínculos, como dice en su primera acepción el Diccionario de la RAE) al hilo de aquella rabiosa actualidad y que puede extrapolarse al día de hoy como consecuencia de entonces… En la etimología, en el origen de las palabras, casi siempre, reside su secreto, su pertinencia o su osadía. Intentaba también, por otra parte, aclarar que yo no me sujetaba a ninguna bandera y, mucho menos, patria conocidas, venía a decir que esperaba que la patria del escritor -mi patria- fuera mi Lengua, nuestras Lenguas, parafraseando al maestro Francisco Ayala, y declaraba mi propia independencia, mi propia DUI (Declaración Unilateral de Independencia), acrónimo, tan notorio hoy en día. Pues bien, haciendo acopio de equidistancia, si me lo permiten, (dejaremos para otro día hablar de la etimología y significado de la depauperada palabrita) voy a acometer, a propinarles, una pequeña lección de etimología, a modo de exposición, otra vez equidistante, para que puedan comprender, o no, quién sabe, sus fervores y/o sus inclinaciones, sus opiniones, sus palabras en fin, a modo de espejo reflector de su propia realidad y/o irrealidad, de la propia realidad y/o irrealidad que nos cerca y atrapa a todos.

Voy, pues, a exponer la etimología de estas palabritas tan gozosas, tan pizpiretas, en este equidistante artículo, o no tanto quizá, al hilo de lo que hoy he intentado expresar, no ya explicar: INDEPENDENCIA, REPRESIÓN, OPRESIÓN, REVOLUCIÓN y REBELDÍA son mis palabras de hoy… a modo, ya digo, de exposición, reflejo y resumen.

  1. INDEPENDENCIA: raíces latinas: acción y efecto de no estar bajo la voluntad de otro.

in- negación

dependere- colgar de arriba, estar bajo la voluntad de otro, cautivo y que tiene dependencia de otro.

nt- agente, el que hace la acción

sufijo –ia cualidad

Cualidad o condición de independiente, hace referencia a la libertad

  1. REPRESIÓN: del Latín- represio

acción y efecto de reprimir

prefijo re- hacia atrás, repetición

pressus- oprimido, preso

sufijo ión- acción y efecto

Acción de reprimir con violencia una sublevación o manifestación política o social, impedir que un sentimiento, estado de ánimo o impulso se muestre abiertamente, contener por la fuerza el desarrollo de algo.

  1. OPRESIÓN: acción de oprimir.

Ejercer presión (alguien o algo) sobre una cosa.

Apretar demasiado.

Del Latín opressio. oppressionis. Nombre deacción del verbo latino opprimere

prefijo ob- frente a. Raíz indoeuropea: golpear, pegar

  1. REVOLUCIÓN: Cambio o ransformación radical respecto del pasado inmediato, social, económico, cultural, religioso.

Del Latín- revolutio

acción y efecto de dar vuelta de un lado a otro

prefijo re- Hacia atrás

volvere- dar vueltas

sufijo ion. acción y efecto

Cambio violento y radical en las instituciones políticas de una sociedad.

Cambio brusco en el ámbito económico o social o moral de una sociedad.

  1. REBELDÍA: del Latín rebellis, sufijo ia- cualidad

Cualidad de rebelde, se rebela contra el poder o la autoridad, difícil de educar, dirigir o controlar porque no obedece a lo que se le manda.

Resistencia o desafío a la autoridad, desobediencia de una orden, incumplimiento de una obligación. Cualidad del que hace guerra contra la autoridad.

Espero que Vds. mis improbables y queridos lectores sepan perdonarme la osadía y al fin puedan extraer sus propias conclusiones, acerca de la importancia de las palabras, en este mundo incierto y deslenguado. Así lo desea…este equidistante articulista.

Carlos Javier Cebrián, escritor.

Director de Ediciones Frutos del Tiempo Asociación Cultural de Elche.

CALLES DE LA MELANCOLÍA, por Francisco Gómez

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elche-aerea_2846293En estos días que la sombra del escepticismo se acrecienta sobre mis alas derrotadas, evoco más de lo que quisiera el ayer gozoso e incluso feliz que vivían mis momentos desde un tiempo ya ido.
Eran pasajes estelares de un corazón que veía el mundo como un campo de posibilidades hasta que vinieron los desastres que han machacad la conciencia y el pensar que “todo irá mejor”.
Ellas me querían. Y yo a ellas. Lo sé. Lo siento. Sus ojos destilaban ese misterioso dulce llamado amor. Recogerla en la puerta de su casa era una bendición que no sabía cómo podía disfrutarla un hombre perfectamente imperfecto. Todo volvía a ser nuevo, posible y cierto. Sus besos lo afirmaban con su sello.
Hoy, como dice D. Eloy Sánchez Rosillo en su poema “Gratitud”, “desde un presente que es manos vacías, /casa desierta, invierno, turbio pecho, / melancólicamente doy gracias por los dones/ que no aprecié del todo cuando la vida quiso/ que fulgurasen junto a mí, / por los bienes que fueron y no fueron míos/ y que luego perdí sin saber cómo”/.
Certero análisis de un hombre en retirada que ya no sabe casi nada, que observa casi todo como una marea de aburrimiento, silencio y soledad. Que ya no espera casi nada porque los milagros tienen los días y los hechos contados y no cierra los ojos a la terrible y llamada realidad. Un hombre que quisiera creer que su vida volverá a estar en llamas pero lo duda tanto…
Hoy, recorrer sus calles, las calles de la melancolía donde ayer fui dichoso y hasta feliz sin saber que era un líquido delicioso que se escapaba de entre las manos, es un recuerdo entre amargo y risueño de lo que fue y se marchó, de lo que tuvimos y se perdió. Y aunque cueste reconocerlo, no volverán. Las lágrimas caen como plomo derrotado e ignorado por Concepción Arenal, Rastro, Miguel de Unamuno, Llano de San José y Peña de las Aguilas.
En aquellos días que parecían no tener fin, el mundo era nuestro y bebíamos a tragos la copa de la dicha. Nos esperaba un horizonte de posibilidades. Hoy todo tiniebla, derrota, soledad, escepticismo en aquellas calles que eran mi sueño y hoy trato de eludir por mis pasos.
El invierno ha llegado y temo para quedarse por siempre. Aguanto la posición con las fuerzas del maltrecho corazón y las esperanzas de la llegada del milagro cada vez más limitadas. En momentos tan duros, la melancolía devuelve la mirada a las calles del ayer dichoso cuando soñé ser feliz y el tiempo y la vida nos pertenecían.

Francisco Gómez

Y AMAR, UN SIMPLE DEBER. Por Carlos Javier Cebrián

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portada cosas mínimasYa lo dijo SÉNECA, que era un ciudadano del Imperio Romano e hispano muy listo, muy pensador o moralista: “si quieres ser amado, ama tú”. Yo, humildemente, pienso lo mismo, y también estoy de acuerdo con HENRY D. THOREAU, quien dijo que “Solo hay un remedio para el amor: amar más”. O dicho con otras palabras: “En amor, el que ama es un medio seguro para ser amado, hay personas que no se habrían enamorado nunca si no se hubieran enterado de la existencia del amor” cita de ROCHEFOUCAULD. También dijeron cosas parecidas ALBERT CAMUS y HERMAN HESSE, respectivamente: “No ser amado es una simple desventura. La verdadera desgracia es no saber amar”. “Supe que ser amado no es nada; que amar, en cambio, lo es todo”. Supongo que se preguntarán, queridos lectores, a qué viene este ejercicio de falacia literaria al emplear estas citas para componer un escrito propio. No les falta razón, se trata de una falaz apropiación. Me he dado cuenta al querer hablar, una vez más, del amor, de que ellos ya lo han dicho todo. Ellos, entre los que se encuentran PITIGRILLI (pseudónimo del escritor italiano DINO SEGRÉ, 1893- 1975): “El amor es un beso, dos besos, tres besos, cuatro besos, cinco besos, cuatro besos, tres besos, dos besos, un beso y ningún beso”, y WILLIAM SHAKESPEARE: “El amor, como ciego que es, impide ver a los amantes las divertidas tonterías que cometen”. Cosas mínimas Carlos Cebrián No tengan cuidado, amigos, acúsenme de plagio, de falta de originalidad o inspiración, de oportunismo, vuelven a tener razón, en resumidas cuentas se trata de eso. Quisiera tener mi propio fraseo, tan determinante como el de los maestros, pero no lo consigo y yo quiero compartir con Vds. lo que sé del amor, en carne propia, y en voz de los otros. “Tengan los muertos la inmortalidad de la fama, pero sea para los vivos la del amor” que bien dijo RABINDRANATH TAGORE. Porque, pese a todas las advertencias, sigo amando, vuelvo a incendiarme, y ya sabemos que “por lo que tiene de fuego, suele apagarse el amor” TIRSO DE MOLINA. Y también deberíamos saber, yo al menos lo sé, que “el amor más duradero es el amor no correspondido” como dijo WILLIAM S. MAUGHAM. Yo sé, lo aprendí de EDGAR ALLAN POE, que “amar es un simple deber”, y “siempre he visto que en amor el que huye es el que vence” como vio ALPHONSE CARR. Por las vidas y las palabras de los otros podemos vislumbrar las propias. Una vez repasadas las citas subrayadas, acerca de este demonio que es el amor, de mi prolijo diccionario de citas, decido aceptar que estoy enamorado, y asumo también que “el amor es una tontería hecha por dos” como dijo NAPOLEÓN, en este caso hecha solo por uno, por mí.

https://frutosdeltiempo.wordpress.com/libros-en-pdf/

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Bagatelas de Carlos Javier Cebrián

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En 2005 publiqué este artículo cuando salió a la luz mi poemario CELEBRACIÓN DEL MILAGRO, Col. Generación del vértice, 41, Ed. Celya, 2005. Y ahora lo publico de nuevo en la publicación de mi nuevo poemario BAGATELAS, Pliegos de la palabra, 22, Ediciones Babilonia, Octubre 2016. Porque lo que dice es tan aplicable hoy como ayer…001

 

CELEBRACIÓN DEL MILAGRO

A riesgo de parecerles en exceso pretencioso, y solicitando sus disculpas por hacerles esta práctica de autobombo, queridos, desconocidos, invisibles lectores, quiero informarles que acabo de publicar un nuevo libro de poemas. Dicho esto, les digo también que no es esto lo que me induce a escribir el presente artículo, no es lo importante. No es un intento de publicidad gratuita, aunque de paso me sirva para ello. No, lo que quiero comentarles es la sensación empírica que produce la recepción del anunciado, la ansiedad en la espera de su arribada, el hecho inminente de su salida a la venta, de la llegada a tus manos y reconocerlo, acariciar su encuadernación, sus tapas, degustar su tacto, su olor, revisitar tus propias palabras, tus versos ya lejanos.

celebraNunca he igualado, como hacen algunos escritores, un libro a un hijo, no creo en ello, mis libros no son mis hijos, cada libro es o soy yo mismo. Ahí quedo yo, enmarañado en los versos.

Un libro ya publicado se convierte en un ajeno. Sus palabras, sus versos, parecen dichos por alguien ajeno a uno, por un extraño. Se aleja del autor, empieza su recorrido desprendido de su creador, independiente e insumiso. Cuando lo lees ya no es una relectura, pese a sabértelo de memoria, porque lo que lees aparece pervertido por una óptica desconocida, una significación totalmente extraña. El libro se consolida por sí mismo y empiezas a no reconocerte en él. Entonces te sientes, a veces, orgulloso y, en ocasiones, defraudado, decepcionado ante aquello que dijiste en su día, que hoy dirías de otra manera. Descubres, misteriosamente, las faltas gramaticales, las inexactitudes, los errores en las acepciones de los adjetivos, que no descubriste, corregiste o imaginaste cuando se entregaron las últimas galeradas a la imprenta. Y en ese momento crítico, te invade la vergüenza, el sonrojo; te reprochas el improbable despiste, el desconocimiento, la ignorancia, ahora que ya no tiene remedio. Todo a modo de espejismo porque, casi siempre, esas supuestas faltas son apariciones del miedo, creaciones de tu propio terror al desnudo, al exhibicionismo que supone la publicación de un libro. Tu fuero interno al descubierto. Ahora has pasado de ser un voyeur cuando lo escribiste, a ser la víctima, el observado, sujeto a las atentas miradas de los desconocidos lectores.

Y ahora, también, aparece la incertidumbre, el pánico a no llegar a nadie, a que no compren tu libro, a que no te entiendan, a las críticas, a que pase desapercibido, al orgullo herido. Un ejercicio de majestuosa contradicción, créanme, es editar y publicar un libro. Un hecho milagroso.

 

COSAS MÍNIMAS. Artículos y autorretratos, 2004-2015.