LA HERIDA EN EQUILIBRIO
(Un acercamiento parcial a la poesía de José Luis Zerón Huguet)
Texto de presentación del libro Espacio transitorio (Huerga y Fierro editores) de José Luis Zerón, en Íthaca Interiorismo y decoración, Orihuela el pasado 25 de enero de 2019.
Dejó escrito Fernando Pessoa que el poeta es un fingidor, pues “finge tan completamente que hasta finge que es dolor el dolor que en verdad siente”.
Y es que la mirada del poeta, del verdadero poeta, se concreta en una observación oblicua e inferida del entorno que habita. Y su acercamiento a la realidad, manifestada en la “res poética” de la que hablaba Jorge Guillén, se produce desde ángulos de visión poco comunes.
El último poemario de José Luis Zerón Huguet, “Espacio Transitorio” (Huerga & Fierro, 2018), es una buena muestra de ello.
De José Luis Zerón podría decirse que es un poeta fascinante en el más estricto sentido del término; un prestidigitador de la palabra poética, entendida ésta como representación gráfica de los sentimientos más trascendentes.
Jordi Doce en su prólogo nos alerta de que no estamos ante una obra fácil de abordar. Efectivamente esto es así, no porque resulte ininteligible o especialmente hermética, que no lo es, sino por su carácter incisivo y medular. Zerón traza quirúrgicamente un mapamundi sensorial y sensitivo impregnado de amor y sufrimiento que alcanza, inquieta y emociona al lector de un modo irresistible ya desde los tres primeros versos: “¡Adelante, siempre adelante!/ No miréis atrás,/ la infancia se ha ido en un vuelo oscuro,” (pag. 21).
En el devenir de su lectura ésta se desenvuelve, desde el punto de vista anímico, de un modo oscilante, provocando al fin un efecto absolutorio, incluso sanador, que consigue revertir esa sensación inicial de cierto desasosiego; lo que se manifiesta con nitidez en los últimos versos del libro: “Qué amarga es nuestra libertad cautiva, […] y qué dulce asombro para quien aprende a respirar/ en la inmensidad de la apariencia”.
José Luis Zerón nos muestra en este libro de marcado carácter confesional su lado más intimista, de un modo muy explícito, haciendo un uso magnífico de ese juego de los contrarios tan presente en su obra poética: “Mundo, eres sórdido; pero te amo./ Amo tu boca amorosa y voraz./ Eres tú quien hace las preguntas y ciegas las respuestas” (pag. 69).
Este genial ardid (el uso adecuado y preciso de figuras retóricas como el oxímoron o la antítesis), obliga al lector a una relectura inmediata de cada estrofa, lo que provoca a su vez una súbita revelación del sentido poético que conmueve al tiempo que genera un efecto liberador de la tensión creada, con imágenes de una potencia visual extraordinaria: “La distancia extiende sus brazos en una huída.” (pag. 34).
Porque bajo el (aparente) tono de pesimismo existencial que acompasa y armoniza la mayoría de los poemas de este libro [“Caminan como presidiarios/ y no dejan huellas./ Caminan,
¡ay de ellos!, al servicio del fracaso” (pag. 39)], sobrevive un aliento de esperanza contenida que se manifiesta a su vez de forma insistente como una, por momentos desesperada, ofrenda de salvación; con reiteradas interpelaciones directas al lector, algunas de ellas de carácter salmódico [“Venturosos los que no se instalan en la herida/ ni se pierden en los desfiladeros del grito” (pag. 78); “Condúceme hacia/ umbrales luminosos/ para que la mirada/ abra la piel del mundo], lo que nos pone en la pista del interés del autor por la lectura de los textos bíblicos.
Zerón se aferra a la esperanza e invita a hacerlo de un modo recurrente, con continuas
referencias a la acción y a la resistencia: “Siente en la pérdida un presagio fértil (pag. 26)”; “Sólo a quien avanza obstinado/ se le ofrecerán los girasoles” (pag.31); “Pronto llegarán los cuervos, […] Pronto, pero aún no” (pag.33); “Ven, memoria,/ ven a rescatarme del dolor./ Trae todos los instantes sin horror que he vivido./ Hazme un nido entre los residuos” (pag. 48); “Deja que mis ojos sigan tejiendo/ la realidad para poder nombrarla.” (pag.51); “Es libre aquel que rompe el espejo donde se mira exhausto” (pag.79); “¿Quién puede sobrevivir a la existencia de un sueño?/ ¿Quién puede resistirse a la llamada de puertas abiertas de la esperanza?” (pag. 86).
Consecuentemente con lo antedicho y a pesar de la sacudida emocional que provoca la primera toma de contacto con esta obra, puede afirmarse que estamos en presencia de un libro gestado desde la reflexión interior (“ab intra”) pero luminoso y expansivo, generador de un cierto efecto terapéutico de alcance general, que trasciende (“ad extra”), probablemente escrito más desde la necesidad que a partir de una contingencia puramente estética. Duro, grave, marcado por la gravedad seria que proyecta la insobornable realidad en la que vivimos, pero indulgente en todo momento.
El poeta no ha perdido la fe en el ser humano y nos alienta al tiempo que aguijonea con la pericia resultante de su propia experiencia vital. Nos habla de vías de redención y nos invita a conducirnos con entereza por ese espacio transitorio, por ese devenir ineludible, esa pugna constante entre el dolor y la esperanza, lo que convierte su propuesta poética en un exquisito, extraordinario y singular manual introspectivo de autoayuda.
Cerrar el libro una vez leído y reconocer este resultado tan sorprendente como inesperado, implica sin duda un talento excepcional en el dominio de la expresión poética por parte del autor.
Esa mirada diagonal y sinuosa de la que hablaba al principio, la genuina observación poética de José Luis Zerón, se manifiesta de un modo imponente en un verso aislado situado justo hacia la mitad del libro, en el término medio de este “Espacio transitorio”: “Tan radiante de qué sombras la mirada arde” (pag. 53). Este verso aglutina todo el simbolismo, sentido y significado del poemario. Sentir plasmado gráficamente de un modo muy eficaz en el dibujo que ilustra la portada del libro.
Ana Leonís consigue aprehender las claves cifradas de esta obra y las revela con gran destreza en un enigmático dibujo, donde la realidad, simbolizada por una vieja puerta de madera, aparece representada en color sepia en un primer plano ruinoso. Y a través de la bocallave de su cerradura se nos muestra el verde y laberíntico camino de la esperanza, ruta de salvación, espacio transitorio refrendado por la imagen de un mirífico cielo azul que se vislumbra en último plano.
La veterana y prestigiosa editorial madrileña Huerga & Fierro, con acertado criterio, ha apostado por esta obra de José Luis Zerón; y haciéndolo sitúa definitivamente a este reconocido poeta, desde el punto de vista editorial, en el lugar que por méritos le corresponde en el ámbito de la poesía española contemporánea.
Javier Catalán 13-II-19