Como te dio hambre, te despertaste buscando el pezón;
como los pechos se llenaron, se despertaron buscándote
y la madre en la cama se levanta y te toma en sus brazos.
A la medianoche
una nieve de flores firmemente abiertas
tus mejillas junto a mis pechos, la blusa desabotonada,
están heladas, sufrientes,
los párpados bajos
se han colmado de lágrimas
que iluminan como portátiles
lámparas de papel.
¿Huele a hierba la leche?
¿te he dejado satisfecho?
¿flotas ya en el sueño?
Tu sueño nunca se caerá
porque lo sostengo con brazos de madre.
Madre e hijo
nos calentamos con la frescura
y el calor de la vida
y atravesamos con siglo
las noches en que vienen los diablos.
(Traducido por la autora y Juan Gelman)