PRESENTACION “PERPLEJIDADES Y CERTEZAS. ARS POÉTICA, COLECCIÓN CARPE DIEM. LIBRERÍA CÓDEX, ORIHUELA 11 de enero de 2018 Por María Engracia SIGÜENZA PACHECO

Estándar

Perplejidades y certezas
El universo poético del pensamiento.

La poesía es un abrirse del ser hacia dentro y hacia fuera al mismo tiempo. Es un oír en el silencio y un ver en la obscuridad.
María Zambrano, Filosofía y poesía.
Lo propio del mundo intelectual es de estar siempre impulsado por el mundo sensible.
Paul Valéry, Cuadernos.

Cuando conocí a José Luis Zerón Huguet, hace ya algunos años, la admiración que sentía por su obra no hizo sino crecer, pues comprendí al instante que en él se aunaban dos cualidades muy difíciles de encontrar en una misma persona: la excelencia literaria y la humana.
Porque si resulta admirable hallar una obra brillante, honda, dueña de un universo propio y de una ética insobornable, no lo es menos descubrir tras ella a una persona humilde, generosa y empática, poseedora de una extraordinaria sensibilidad y de una gran calidad humana. Valores que siempre he considerado subversivos, y quizá ahora más que nunca.
José Luis posee una trayectoria fundamentalmente poética; la poesía es la fuente principal de la que bebe, tanto su obra como su persona, pero el océano de su creatividad se nutre de otros muchos ríos.
Su ávida curiosidad intelectual y artística, la pasión que siente por el conocimiento y el arte en todas sus manifestaciones le han hecho poseedor de una ecléctica erudición, aunque a mi juicio la luz que ilumina su talento emerge de su profundo humanismo, un humanismo que lo mantiene abierto a todo, íntimamente conectado al mundo y a los seres que le rodean y a salvo de la presunción.
Perplejidad y certeza, las dos palabras que dan título a su nuevo libro, son simiente en el corazón y rayo en la tormenta del conocimiento. De la perplejidad, del asombro ante el misterio parte la labor del poeta y del filósofo, ambos buscadores de certezas; hermanos que han permanecido distanciados a lo largo de la historia, y que a mi manera de ver se vuelven a encontrar en el texto que nos ocupa.
La perplejidad, el asombro y el amor a la vida empujan al autor a meditar, a indagar, con la llama de la poesía, en las eternas cuestiones del vivir; en el mensaje universal de la naturaleza que como ser vivo se funde con el ser humano, y en el tiempo y el espacio cósmico donde se inserta todo lo que vive. Y este fértil cavilar, este penetrar con el fuego de la palabra en el exterior y en el interior de sí mismo, lleva al poeta a transcender los límites de la poesía hasta encontrar certezas en el corazón mismo de la incertidumbre.
Nuestro autor empieza su libro con toda una declaración de intenciones en la dedicatoria general: “Para aquellos que balbucean como la espiga expuesta al solano inclemente. (…), estas palabras condenadas a los desiertos del desahucio, pero llenas de fervor”.
Y continúa con dos de los más bellos poemas de amor filial que he leído nunca, de los que extraigo solo unos versos. En Salutación aconseja a su hijo: “Ejercita el asombro, despliégate donde los demás se detienen. No seas estanque sino fuente”, Y en Vínculo a su hija: “No anides. Déjate arrastrar por el torrente y percibe el infinito”.
Así pues, ya desde el principio encontramos la fuerza arrolladora de la poesía, pero también la del pensamiento, la de la razón poética en definitiva.
Una razón poética en la que podemos escuchar ecos de otros grandes poetas, como en Espejismos de la mañana, donde leemos: “Solo las fuentes manan perpetuamente en la memoria”, y después: “Miro la jubilosa dilatación de los brotes y el ojo se adentra y se extravía en la expansión”. Y en Espesuras el autor nos dice: “El desterrado se abisma en el sexo del bosque. Allá en las colinas las cosechas. Aquí hay vértigos de naturaleza ebria.”
Versos en los que parece que resuenan aquellos de Ruben Darío: “ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto”, o estos otros: “Hay un alma en cada una de las gotas del mar”.
Descubrimos, de esta manera, canales subterráneos que unen a nuestro autor con el gran poeta nicaragüense; entre ellos su panteísmo, la visión de la naturaleza como suprema metáfora, como cuna y féretro; salvaje y dulce, enigmática como el corazón humano.
Encontramos ideas, verdad y razón en estos textos difícilmente clasificables y por supuesto metáforas, sinestesias y paradojas, imágenes brillantes, complejas e hipnóticas como estas que citamos: “El mundo se descubre donde no se encuentra”, y también: “Es tiempo de nombrar. Las palabras matan el miedo cuando afirman sin mentir”, o estas otras: “Escribir en el fuego de los contrarios las preguntas que tiemblan de impaciencia.”
El autor maneja instrumentos de la poesía y de la filosofía, del mundo de las ideas y del mundo de los sentidos.
Dialoga dialécticamente con los abismos, se entrega con ardor al misterio de la existencia cumpliendo la función del poeta, como afirma la escritora Susan Sontag en su ensayo Cuestión de énfasis: “La prosa de un poeta es la autobiografía del ardor”.
Como poeta, vaga en brazos de la inspiración, su exaltada sensibilidad lo impulsa a la vez hacia el exterior y hacia las profundidades de su propio ser, pero ese estado de delirio creador no le hace perder la lucidez, más bien al contrario, le siembra el pensamiento alumbrándole certezas.
Porque, a pesar de que la poesía es un don, algo que le viene dado al poeta, como dejó escrito María Zambrano en Poesía y Filosofía, también es un tormento que le obliga a merecer la ofrenda que recibe; le obliga a convertirse en arquitecto de poemas, en palabras del poeta Paul Valery, que en la obra Poesía y pensamiento abstracto, dice de su labor como poeta: (…) mi trabajo exigía de mí ( …) cantidad de reflexiones, de decisiones, de elecciones y de combinaciones, sin las cuales todos los dones posibles de la Musa o del Azar se mantenían como materiales preciosos en una cantera sin arquitecto”.
Y es que la inspiración, aunque esencial, nunca es suficiente, ni la inteligencia, ni el conocimiento o la capacidad de trabajo. En esta compleja y misteriosa tarea de construir poemas actúan muchas potencias, y la sensibilidad, aquella que Kant consideraba la primera fuente de conocimiento, es una de las primordiales.
Así, en su espíritu filosófico, hay en este libro, ya desde el título, una dialéctica, un reconocimiento de la razón como motor de la naturaleza humana, aunque en comunión con los sentidos, porque nuestro autor se sirve de ellos, como se sirve del mundo de los sueños o de la vigilia soberana de la ciencia. Todo le es útil, nada desdeña en su camino, en su búsqueda interior, hasta llegar a construir un universo poético original; una poesía humanista que pretende unir a todas las fuerzas creadoras de la vida y del arte, y que apela siempre a nuestra humanidad. Una unión entre palabra y pensamiento que duele a la vez que reconforta.
Hay certezas, amargas en su plenitud, como las del texto titulado En la duermevela: “He comprendido que se vive en la disposición del caos, en la enajenación de unos sentidos maravillados”; y otras, desoladoras, que conducen a la metafísica en Abisal: “El abismo es la proyección de Dios y el hombre siente devoción por el vacío”.
Y de nuevo, se puede escuchar en Perplejidades y certezas el aleteo de las palabras pronunciadas por Paul Valery en el ensayo antes citado: “Si el poeta fuera únicamente poeta, sin la menor esperanza de abstraer y de razonar, no dejaría tras de él ninguna huella poética”.
Porque el pensamiento poético que nos penetra, aquel que permanece vivo en nuestra memoria haciéndonos volver de nuevo a él, lo encontramos por ejemplo en estas palabras de Fuente sellada: “Soy centinela del lugar que abandoné”, o en las de Elogio de la llama: “Qué belleza en el funeral de la luz (….) La cremación es lenta, pero el incendio no se detiene; hay en su temblor, en su convulsión, una parte de mi júbilo y de mi sufrimiento.” Versos turbadores donde sentimos que el lenguaje rompe las ataduras del tiempo y del espacio y se hace infinito.
El libro termina con una serie de imágenes y pensamientos brillantes a modo de aforismos o poemas, de los cuales no me resisto a transcribir uno de mis favoritos: “Venid a nuestros campos luciérnagas extinguidas, alumbrad los márgenes espesos. Es la hora en que las ventanas se encienden y despuntan las tinieblas. Almas encinta de las amapolas. Estamos consagrados al recuerdo.”
Textos que en su belleza y contundencia crean un temblor musical y recuerdan las palabras de George Steiner en el prefacio de La poesía del pensamiento: (…) El argumento, aún analítico, tiene su redoble de tambor. Se hace oda. (…)
La obra de José Luis Zerón es inspiradora, capaz de abrir nuestra mente y nuestros sentidos, de removernos por dentro, como solo lo hacen los grandes de la literatura.
Y permítanme terminar uniendo las palabras de nuestro autor a las de uno de los más grandes escritores de la historia, Albert Camus.
“(…) Así, persuadido del origen plenamente humano de cuanto es humano, ciego que desea ver y sabe que la noche no tiene fin, está siempre en marcha. La roca sigue rodando. (…) La lucha por llegar a las cumbres basta para llenar un corazón de hombre. (…)”. Escribe Albert Camus en El mito de Sísifo.
“En épocas de desamparo rotura tu propia nada y siembra en los surcos hostiles palabras de afirmación. Pero es preciso sentir la convulsión de la siembra, sólo así abrirás caminos de cosechas”. Suscribe José Luis Zerón al final de Perplejidades y certezas.
Pensamientos poéticos que nos inspiran, creadores que nos ayudan en la ardua y maravillosa tarea de vivir.

Mª Engracia Sigüenza pacheco

Deja un comentario