Por Juan C. Lozano Felices.
y sólo existe el mar, el cuerpo de una gloria azul e inacabable
Francisco Brines
1.- MI PRIMER SERRAT.
A principios de los setenta, la apertura en Elche del almacén Simago-Prisunic, supuso un cambio de paradigma. Hablamos de un tiempo en que ni siquiera había abierto Galerías Preciados en la capital. Simago estuvo enfocado a una clase media cuyo nivel adquisitivo comenzaba a ser más alto. El almacén se ubicó en la calle Reina Victoria, en aquella época zona comercial por excelencia. Todo el mundo hablaba de la novedad de las escaleras mecánicas y los niños de entonces, como una especie de chiste que quería ser ocurrente, lo llamábamos “Simago presume”. Allí uno podía encontrar de todo, desde alimentación, droguería y ropa, a material de oficina, juguetes, libros y discos. Había aún en España un elevado número de amas de casa, dedicadas únicamente a las tareas del hogar, que tenían el hábito de realizar la compra a diario y no abandonaron del todo las pequeñas tiendas de barrio y la venta ambulante de los mercadillos, reservando la visita a Simago a los viernes por la tarde y sábados. Cuando se acercaban las fiestas navideñas, la calle Reina Victoria se convertía en un hervidero de gente, con las típicas bolsas amarillas.