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LA FALSA TRANSICIÓN, LA AUTÉNTICA INDEPENDENCIA DE RAFAEL SOLER

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Por Francisco Gómez

       El poeta y escritor valenciano, Rafael Soler, afincado en Madrid y referencia de la vida cultural durante la transición en este país aún llamado España, acaba de presentar en Elche dos novelas escritas en este periodo histórico, gracias a la audacia de los editores de Contrabando en su nueva colección Dejà vu. El acto tuvo lugar en la sala Icoedro, un nuevo espacio privado de encuentro para las artes y las letras en la city de las Lanzas y La Festa.

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RAFAEL SOLER, ÍNTIMO Y PERSONAL.

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(A propósito de su poesía completa)

Por Juan Lozano Felices

VIVIR ES UN ASUNTO PERSONAL

RAFAEL SOLER

OLÉ LIBROS

COLECCIÓN VUELTA DE TUERCA-POESÍA

17,31 euros.

Vivir es un asunto personal

Olé Libros acaba de editar, dentro de su colección Vuelta de Tuerca, Vivir es un asunto personal, volumen de más de seiscientas páginas que reúne la poesía completa de Rafael Soler a lo largo de 40 años. Desde Los sitios interiores a la coda Las razones del hombre delgado. Pero acertadamente, también se ha incluido un amplio apartado con su poesía dispersa, alumbrada en revistas literarias a lo largo del tiempo y que completa el cuadro.

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NO ES LA HUIDA, ES EL VIAJE QUE LOS DEFINE, por Jesús Zomeño

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Hace unos meses escuché a Rafael Soler explicando que para un poeta, cuando hace prosa, cada palabra de la frase es esencial. El poeta, cuando hace prosa, se detiene en cada palabra hasta elegir la correcta. El «ser sublime sin interrupción», de Baudelaire, es una obsesión del poeta cuando escribe prosa.

Evidentemente, desde esa perspectiva, este libro muestra a un poeta que ha escrito una novela. Las palabras encajan y las frases son todas brillantes, no cabe desechar ninguna:

Tras el éxito de “El último Gin-tonic”, Rafael soler vuelve a hablarnos de la muerte.

Si en «El último Gin-tonic» es el análisis y descomposición de una familia ante el velatorio del padre; en esta nueva novela es la reacción de un grupo de amigos ante la muerte de uno de ellos y por eso aprovechan un premio de la lotería gastándolo como última bala que rompa los cristales del asilo, para respirar.

La película «Alguién voló sobre el nido del cuco» acaba cuando en el manicomio al protagonista le hacen la lobotomía y su amigo, incapaz de dejarlo vivir en ese estado, lo asfixia y huye por la ventana. «Necesito una isla grande» parece ser la continuación, aquí el protagonista muere en el asilo y los amigos, salen huyendo por la ventana –en sentido metafórico-, en una furgoneta –tan real como que no tiene rueda de repuesto-, lubricados con el premio de una lotería, hacia un destino irreal.

Y empiezo con esa referencia a un clásico del cine, porque la novela tiene un ritmo cinematográfico, estamos leyendo como viendo secuencias de una película. A veces una película de Jose Luis Garcí, otras veces una película de Luis García Berlanga, con guión de Rafael Azcona.

Sentido del humor no le falta a esta novela, es un modo agridulce de contemplar la vida, desde la experiencia pero con optimismo; por eso mismo, esta novela es una novela de personajes, hagan lo que hagan, todos resultan entrañables.

El argumento de esta novela podría parecer el de un folletín: unos viejos que se escapan del asilo para vivir la vida loca.

Sin embargo, el tema no es la huida hacia delante, sino la dispersión. La vida da lecciones y para los personajes la vida ya es otra distinta a sus sueños.

Los personajes se dispersan en sus vidas y trazan distintos itinerarios. Para unos será el reencuentro, para otros el viaje a ninguna parte y solo uno, a pesar de las apariencias, es el intenta viajar al futuro.

Hay tres personajes que regresan:

Carmina, «una señora con andares pacíficos, con unos pantalones negros y una chaqueta del mismo color, sencilla, de fondo de armario y mucho poder»; es una solterona romántica y soñadora, que además escribe, y  que descubre que el viaje a la playa la lleva a donde veraneaba con su familia cuando era niña y al lugar de su primer amor. Por eso, el suyo es un viaje de regreso al pasado.

Tomas, enfermo terminal, también hace un viaje de regreso al pasado, a su ideal de isla, al mito de cuando era joven y soñaba con una isla. ¿Por qué una isla? No es una isla del caribe, con música, ron y mujeres; es una isla mucho más silenciosa, es un regreso al pasado, lo que necesita es el aislamiento, una isla a cuatrocientos kilómetros de cualquier otro lugar.

En un momento dado es Tomas quien lanza el grito en una confidencia, arrinconado por la vida y la muerte; es cuando Tomas reflexiona y dice: «Lo que yo necesito es una isla»

«Tomas descubrió la isla de Aitutaki a la temprana edad de quince años, durante una convalencia que iba para un mes y que duro cuatro… » Y desde entonces, en su vida, «cuando algo se torcía, Tomas se iba a Aitutaki sin molestar a nadie. Unas veces paseaba por la orilla. Otras cogía un tambucho de confianza para navegar hasta el atolón, donde abundaba la pesca. Y otras, se recostaba bajo un árbol, a elegir, porque si algo había en Aitutaki eran árboles con conversación y sombra. Podía pasar allí seis horas o seis minutos que duraban muchos días, porque su sviajes eran instantáneos, sin equipaje, sin pasaporte pero con los ojos bien abiertos… »

En definitiva, para Tomas, el viaje es tanto como acabar un proyecto de su infancia, principio y final de una vida cuando la enfermedad ya lo corroe.

Por su parte, Julián, el hijo de Tomas, es otro de los personajes que regresan. Acompaña a su padre en la huida, con la mochila de un divorcio, una novia joven recién conocida y un fracaso profesional que amenaza ruina. Pero para él, a través de la novela, lo que completa es un viaje que le lleva de vuelta a su padre, al que descubre y con el que se reconcilia, acaso sin saber que pueda ser la despedida.

Más allá de los anteriores personajes que regresa, a continuación hay tres personajes que no van a ninguna parte:

Rocky, un boxeador fracasado cuyas «únicas pertenencias eran la desesperación y la pobreza, y que deseaba ser incinerado tan pronto abandonara el mundo delos vivos, donde se consideraba de prestado, y encima molestando». Es una persona estupenda pero sufre un retraso mental, por una lesión ocasionada por tantos golpes que recibiera como boxeador,  y su viaje es el viaje a ninguna parte, de alguien que cuando escucha tarda muchos segundos en darle forma y otros tantos segundos en responder. Esta persona no va a ningun sitio porque cuando llega, aún está preguntándose que de dónde ha salido. Es una nebulosa aparte, que gira en torno a sí mismo.

El Coronel, a pesar de su nombre, tampoco va a ninguna parte. Es el que no arriesga, que solo piensa en volver, el que tira la toalla cuando le advierten que peligra su plaza subvencionada en el asilo, porque sabe que su viaje es de ida y vuelva, atado con cuerda de medio metro, que no tiene futuro y que le queda solo sopa clara y croquetas congeladas en el asilo..

Y dentro de los que no van a ninguna parte, está Cris, una chica joven, de unos veinte años, que se encapricha de Julian en un bar, un hombre maduro, pero tampoco va a ninguna parte, porque está a la sombra de un macarra, un novio celoso y violento, que tirará de ella tan pronto chasquee los dedos.

Solo hay un personaje que intenta huir hacia delante, y ese es Liberto, Panocha para los amigos, quien pone el dinero y planifica la huida y empuja a los demás a la playa y al casino, para comprarse un loft. Anarquista, subversivo, optimista, sin mirar atrás, sin reproche, ni remordimientos; en ningún momento culpa a los demás ni les pide cuentas.

Pero queda hablar uno más, queda un ultimo personaje, el Pulga, el que muere en la pagina uno. El Pulga es el autentico protagonista del libro, está detrás de todos los que hacen los demás; la novela, en el fondo,  es el relato de cómo reaccionan todos ante la muerte de su amigo. Por eso es una constante del libro, porque todos reaccionan y ante esa muerte, que siguen recordando, intentan dar sentido a su vida, cada uno a su manera.

Y todo tiene un metáfora, que ustedes tienen que descubrir, porque en esta novela no vale gritar y tirarse por la borda al agua ante las cámaras, eso es poca cosa, en esta novela, a pesar de todos los insabores de la vida –o quizá por cuenta de los mismos- hay que subir al palo mayor, echar una última ojeada alrededor, gritar desde lo más alto y lanzarse a una muerte segura. Lo que esto último significa, ya deben averiguarlo en el libro.

A LA RAFAELIANA MANERA, por Francisco Gómez

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El poeta y escritor Rafael Soler (Valencia, 1947) presentó el otro día en la city de Elche su nueva antología “Leer después de quemar” en la nueva colección de poesía Olé Libros (me gusta el título; un guiño libertario a los prohibicionistas y a los puretas) Colección Vuelta de Tuerca, editado por Toni Alcolea.

Publicar hoy es un acto de valentía y más si es poesía. “Leer después de quemar” es el tercero de una colección que inició Ricardo Belvesser (“El sueño de la funambulista”, Jaime Siles (“Un yo sin mí”), ahora nuestro amigo Rafael y seguirá con Francisca Aguirre (“Prenda de abrigo”), fallecida hace poco y Premio Nacional de las Letras y Pedro J. De la Peña (“Los años del frío”).

Uno conoció a Rafael Soler el Anno de MMXVII cuando nuestro común amigo, Jesús Zomeño, recogió el premio de la crítica en su faceta de narrativa, entregado por los críticos literarios valencianos de Clave en el Paraninfo de la antigua universidad de la capital del Turia. La cosa es que después de la entrega de premios nos fuimos a comer a un céntrico restaurante (paella, per supost) y apenas hablé con él. Tan alto, la cabeza tan blanqueada por la vida devorada, su porte augusto y elegante, que uno no se atrevió casi a hablar. Me han enseñado que cuando no se sabe o conoce, lo mejor es callar y escuchar y disfrutar de la conversación de los otros. Pero el año pasado sí lo conocí en la presentación de su nueva novela “El último gin-tonic”, 25 años después de silencio editorial, en la librería ilicitana Ali-i-Truc. Rafael Soler, sin ánimo de peloteos, me conquistó en la distancia corta. Su palabra amable y sincera, su capacidad de analizar y vislumbrar el ánima de quien tiene a su lado, descolocó mis expectativas y conquistó mi amistad.

Disculpe el amable lector que copie pero la mejor manera de conocer a un autor es escuchar sus palabras. Así habla Rafael en el prólogo de “Leer después de quemar” (título pleno de atrevimientos y sugerencias): 3º) Que el autor escribió Los sitios interiores (sonata urgente) (1979), como glosa de un viaja adolescente que no da por concluido; Maneras de volver (2009), como muestra sagrada de cuanto sobrevivió al turbión de veinticinco años de silencio editorial; las cartas que debía (2011), como ajuste de cuentas con lo grande y lo menudo; Ácido almíbar, como una incompleta reflexión sobre la falta de respeto que supone que sin permiso nos nazcan, para ser luego sin permiso tramitados; y No eres nadie hasta que te disparan (2016), como una aproximación, que quisiera solvente, a una forma distinta de afrontar el poema y sus epifanías “anda cuéntanos una historia a ver si te atreves”.

4º) Que Leer después de quemar recoge los poemas seleccionados por Lucía Comba con la vida (que no es otra cosa que la vida bien bebida) y sus desmanes como único hilván

Y este libro como resaltaron sus presentadores en Elche, Juan Lozano y Jesús Zomeño, poetas como Rafael y sin embargo amigos, resulta, gracias a la magia y seducción recopilatoria de Lucía, un nuevo poemario.

Pero, por favor, deje este aprendiz de periodista cultural, de hablar y copiar y escuche, como comenté en un principio, a los protagonistas.

Rafael Soler: “Agradecimiento a Toni por el esfuerzo que hace y la apuesta valiente y generosa”. “Escribo con audacia, asomado a los límites”. Interviene el cronista para asegurar que los versos de Rafael Soler son arriesgados, ingeniosos, lúdicos e incorrectos, imaginativos a la Rafaeliana manera. Cada verso un dardo, un juego, una apuesta del lenguaje y el significado, una adivinanza y un guiño a la inteligencia del lector. “Bueno, no sé si son cinco o siete el máximo de libros que hay que publicar en poesía pero sí he sido muy rigurosos a la hora de publicar para no repetirte”. Y su retorno a la luz primera desde la capital del imperio marchito. “Desde que publiqué la antología “Pie de página” en 2012, sí me he ligado mucho a Valencia. Sobre el oficio de poeta, Soler arriesga “asomado a un instante que no es tuyo. Los poeta ponemos la cámara donde no la pone nadie”. Y la clasificación: “Hay dos tipos de escritores: los que escribimos para que nos quieran y los que escriben y no saben que escriben para que les quieran”. Suscribo la declaración.

El también poeta y escritor, Jesús Zomeño, que en fechas recientes publicó su primera novela “El cielo de Kaunas”, subrayó que “es una antología la de Rafael fuera de lo común”, con una doble condición de poeta-novelista desde 1979 y destacó tres de sus grandes cualidades que uno también ha sentido; su proximidad, sensibilidad y profundidad que definen su actitud ante la vida, que se resumen en una palabra. “Audacia” con su ansia de vitalidad y visión introspectiva. “El título del libro contiene las instrucción para su lectura. Quemar las páginas antes de leerlas. Los poemas están escritos a llama viva. Rafael es inmanejable, firme, honrado. Escribe por impulso vital. La necesidad de escribir y otras veces la necesidad de no publicar. Todo lo contrario al postureo”.

El también poeta Juan Lozano glosó la figura de Rafael Soler para destacar que “Rafa es un antídoto contra el tedio y la indiferencia”, para situar en el tiempo y el espacio su poesía, coetáneo del grupo más joven de los novísimos que no aparecen en la antología de Castellet. “Lo encuadraría en el grupo senior de los post-novísimos con Luis Alberto de Cuenca, Jaime Siles. En un año 1979 donde se publican libros fundamentales de poesía como la obra de Miguel Velasco, Blanca Andreu entre otros poetas que definen la literatura española de la segunda mitad del siglo XX, desde el culturalismo, la poesía pop, el neosurrealismo, la poesía de corte clásico o la de la experiencia que avanzó ante tanta diversidad.

Juan subrayó y uno también lo firma que “a su mujer Lucía debemos esta maravilla de antología” y la leo y no me extraña, “hasta que la poesía de uno se convierte en un estado soberano”.

Con permiso de Rafael Soler y sin él también, que me perdone y ambos nos condenemos a beber sin tregua gin-tonics o legendarios cola, mi gran amigo Juan, dedicó una loa entrañable a la librería Ali-i-Truc, como símbolo de la resistencia de las librerías de la city de Elche a perder el contacto amigo con el lector en papel. Apunto con certeza: “Para mí y una generación de ilicitanos Ali-i-Truc forma parte de nuestra educación sentimental en los años 70. Esta librería lleva en marcha más de 40 años abierta. Las librerías parecen hoy espacios periclitados pero espero que siga 40 años más. Si esta librería desapareciese, Elche sería un lugar mucho más feo”. Va por ti, Paco Trigueros, caballero de la resistencia librera junto a otros valientes como Séneca y otras pocas librerías escasamente dispersas por la piel de las palmeras.

Si queréis cremarse con una buena antología, devorad con vuestros ávidos ojos lectores “Leer después de quemar”.

Culpable: Rafael Soler.

Francisco Gómez

Presentación de «Leer después de quemar» de Rafael Soler, por Jesús Zomeño

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LEER DESPUÉS DE QUEMAR. UNA APROXIMACIÓN AL AUTOR

Precede a este artículo una larga referencia bibliográfica de Rafael Soler:

Nacido en Valencia, Poeta y novelista, en los años ochenta tuvo una intensa producción literaria, que inició con la publicación en 1979 de su novela “El grito”, y el libro de poemas “Los sitios interiores” en 1980, a los que siguieron títulos como “El corazón del lobo”, “El sueño de Torba” o “Barranco”, última de sus publicaciones en Cátedra en 1985, así como dos libros de relatos. Vino luego un largo silencio editorial, que decidió romper en 2009 con la publicación del libro de poemas “Maneras de volver”, al que siguió en 2011 “Las cartas que debía” y en 2012 “La vida en un puño”, antología publicada en Paraguay, y “Pie de página”, publicada también en 2012 por la Institución Alfons El Magnànim. En enero de 2.014 publicó el libro de poemas “Ácido almíbar” y en octubre de 2.016 “No eres nadie hasta que te disparan”.

En abril de 2018 publica su novela “El último gin-tonic”, finalista del premio de la Critica 2019.

Rafael Soler ha sido traducido al francés, inglés, italiano, húngaro y japonés; además ganó el Premio de la Critica Valenciana en el año 2015.

Hasta aquí es donde llega el Wiquipedia; sin embargo, nos deja una visión desolada y confusa de fechas y nombres, totalmente monótona y aburrida.

He enumerado lo que ha escrito -y parte de lo que ha hecho-, pero no he hablado de la persona que lo hecho posible; por eso, dejen que explique ahora quién está detrás de ese nombre.

Precisamente él no destaca por lo que dicen de él las palabras, Rafael destaca en las distancias cortas.

Es sencillo describir a Rafael Soler: PROXIMIDAD, SENSIBILIDAD y PROFUNDIDAD:

-He dicho SENSIBILIDAD, porque es una persona enormemente sensible. Él menciona en un poema su plenitud interior “vivir por una vez entero y ser vivido entero”. No entiende la vida sin plenitud, ni transparencia ni comunicación. Vivir de una vez esta única vida y ser vivido por los demás.

-He dicho PROXIMIDAD, porque es una persona cercana, siempre la encontrarás a tu lado. Como dice en un poema “no beber tan solo un vaso, cuando vienen a la mesa los contrarios, los amigos, los extraños”; o sea, beber con los amigos, los enemigos y los desconocidos.

-He dicho, finalmente, PROFUNDIDAD, porque es una persona disciplinada y con un profundo calado intelectual, pero más reflexivo que retórico. La vida se la ha pensado bien. La ha aprendido y la ha madurado. No hay frases bizantinas, ni dardos sin veneno, ni heridas casuales; por eso él advierte de sus propósitos: “guardar en un cofre los consejos”, “cabal vestido” y, sobre todo, “Entre la duda justiciera y la justicia de una duda”

Son tres valores (Proximidad, sensibilidad y profundidad) que definen su actitud ante la vida, pero curiosamente él suele resumirlas con una palabra: AUDACIA.

En todo caso, no sería una audacia invasiva, conquistadora o impertinente; sino una audacia respetuosa, humana y sensible.

PERO ¿POR QUÉ EL LLAMA AUDACIA A LO QUE NOSOTROS LLAMARIAMOS AMISTAD, TERNURA y GRANDEZA?

Evidentemente, “audacia” es atrevimiento por un ansia de vitalidad, de aprovechar la vida.

Pero también “audacia” queda en otro sentido, mucho más introspectivo. A tal efecto, tengo mi propia teoría, que consiste en entender que lo que él llama audacia es una lucha interior para vencer su TIMIDEZ; porque si algo destaca de la personalidad de Rafael Soler es su enorme y sensible mundo interior.

Por eso, en su poema dice: “hablar si no queda remedio”

El poema icónico del que hablo es “UNA VIDA AUDAZ”

UNA VIDA AUDAZ

Conocer la diferencia

entre uno y cuatrocientos

entre vivir por una vez entero y ser vivido entero

entre la duda justiciera y la justicia de una duda

entre dar cuanto te piden y pedir por si algo dan

jamás pisar la raya

no beber tan sólo un vaso

cuando vienen a la mesa los contrarios

los amigos los extraños

tener unos zapatos un sol y su recambio

hablar si no queda remedio

guardar en un cofre los consejos

y así cabal vestido

entre la espada y tu pared

inmanejable austero firme honrado.

Honradez”, quedémonos con esa palabra.

***

Hoy presentamos una antología de su obra poética, LEER DESPUÉS DE QUEMAR y al respecto solo puntualizar dos cosas que en definitiva son la misma, pues abundan en la personalidad del autor:

En primer lugar, el título pudiera parecer un juego de palabras, pero es mucho mas.

El titulo contiene las instrucciones para la lectura, como si se tratara del prospecto de un medicamente.

Hay que quemar los poemas antes de leerlos porque están escritos a llama viva. No son juegos bizantinos, no son rosarios retóricos, no son imaginaciones a la moda. Por el contrario, son sentimientos, vivos y a veces dolorosos, pero escritos desde el apasionamiento y la reflexión de alguien que ha vivido y que ha vivido mucho.

Quémelos, porque fueron escritos mediando el incendio.

Y en segundo lugar, cuando hace una semanas paseaba con Rafael por Madrid, me preguntó si yo era “un escritor de mapa o de brújula”

Entonces me explicó la diferencia:

EL ESCRITOR DE MAPA, es el que planea todo y cuando lo tiene todo dibujado entonces empieza a andar, a escribir.

EL ESCRITOR DE BRUJULA, es aquel que de pronto siente una orientación, magnéticamente algo le atrae, y comienza a escribir, sin haber planificado la ruta.

Evidentemente, él se identificaba como escritor “de brújula”, porque si el escribe lo hace presa de un impulso vital.

Por todo lo anterior, a Rafael Soler le mueve la necesidad de escribir, pero otras veces le mueve la necesidad de “no”escribir o no publicar.

Eso explica su silencio de veinticinco años sin publicar.

Estar cuando lo necesita y no estar cuando no le es preciso estar, eso es lo contrario al postureo y a eso se le llama honradez y honestidad consigo mismo.

Por eso el poema termina con esa advertencia del carácter suyo y de su poesía:

Inmanejable, austero, firme, honrado”

Si la poesía de Rafael Soler existe es porque es necesaria, cuando no lo es, él no necesita escribir lo que no siente.

Préndale fuego a estos poemas, porque así fueron escritos.

Jesús Zomeño

Elche, 4 de abril 2019

PRESENTACIÓN DE “LEER DESPUÉS DE QUEMAR”- RAFAEL SOLER. Por Juan Lozano Felices

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LIBRERÍA ALI I TRUC, ELCHE – 4-ABRIL-2019.

Buenas tardes, en primer lugar muchas gracias por su asistencia y a la librería AliTruc y a Paco Trigueros, como siempre, por acogernos en este espacio. Hoy celebramos un acontecimiento poético de primera magnitud que es la aparición de esta antología de Rafael Soler, “Leer después de quemar” y me van a permitir ustedes una especie de reflexión o de evocación personal que tiene que ver con las librerías y con la poesía. Las librerías son espacios mágicos. Para más de una generación de ilicitanos, AliTruc forma parte de nuestra educación sentimental. Hacia finales de la década de los 70, recuerdo haber comprado aquí mis primeros libros de poesía, los que orientaron mi vocación poética, y que aún hoy forman parte de mi humilde biblioteca. Recuerdo aquel primer número de Hiperión dedicado a la poesía de Cavafis en la traducción de José María Álvarez, a Hölderlin, a Rimbaud, a Whitman, a Cernuda, a Gil de Biedma, a Claudio Rodríguez. Esta librería lleva en marcha más de 40 años. Todos sabemos que las librerías son hoy lugares con muchos frentes abiertos y ello hace que también, además de espacios mágicos sean espacios periclitados. Yo espero que Alitruc siga en pie durante muchos años, por lo menos 40 más, porque tengo la seguridad de que si esta librería desapareciera, al día siguiente Elche sería, sin duda, un lugar mucho más feo.

Y volviendo a nuestro invitado de esta noche, Rafael Soler, qué voy a decir. Soy muy sincero cuando expreso que, para mí es un auténtico placer y un privilegio, también una gran responsabilidad, servir como pórtico junto a mi camarada Jesús, de un autor de la talla poética y humana de Rafa Soler. A Rafa lo tuvimos en esta misma librería el 15 de mayo del año pasado, presentando “El último gin-tonic” y casi un año después tenemos el privilegio de volverlo a tener con nosotros. Tener a Rafa cerca siempre es un privilegio. Rafa en las distancias cortas es un antídoto contra el tedio y la indiferencia, pero esa cercanía y ese encanto personal que te envuelve no debe hacernos olvidar que estamos ante una leyenda viva de la literatura escrita en castellano.

En los últimos años Rafael Soler ha ido conformando una de las propuestas poéticas más interesantes, sugestivas y hermosas del panorama literario español y es hoy un referente de la poesía española contemporánea y también internacional, ya que Rafael es un poeta muy apreciado en Latinoamérica. Y digo bien y resalto la condición de poeta de nuestro autor aunque todos sepamos que su obra integra también la narrativa, cultivada con gran éxito de público y crítica y cuya última muestra ha sido la novela “El último gin-tonic”. Rafael cuenta exactamente con 5 novelas (El grito, el corazón del lobo, El sueño de Torba, Barranco y El último gin-tonic) , 2 libros de relatos (Cuentos de ahora mismo y El mirador), 5 poemarios (Los sitios interiores, Maneras de volver, Las cartas que debía, Ácido almíbar y No eres nadie hasta que te disparan). Su obra poética se ha vertido en varias antologías aparecidas en América latina y esta que ahora se edita en España en esta elegante y bella edición de Olé Libros, “Leer después de quemar”, incardinada en una colección de antologías, “Vuelta de tuerca”. Este es el tercer número y han publicado ya Ricardo Bellveser y Jaime Siles. Y está previsto un cuarto número dedicado a Francisca Aguirre.

Rafael es un autor ambivalente, hay poetas que han incursionado en la novela y su narrativa tiene un sustrato poético. Este carácter formar parte del estilo y el sello personal de un autor. Pero Rafael es, como he dicho un autor ambivalente. Cuando escribe novela es un narrador puro y cuando su estado de ánimo se pone en “modo poeta” es un poeta puro. Sobre esa dicotomía del poeta-narrador, en una reciente entrevista, al preguntarle sobre cómo conviven en él las dos facetas, Rafael nos dice:

Se conocen desde hace mucho, y se llevan bien, cada uno en su espacio. Hasta el día de la fecha, que yo sepa y me hayan contado, ningún incidente serio de convivencia, en esa especie de custodia compartida con que me atienden en esta edad ya de poco trote”.

Pero Rafael me va a permitir que yo diga, y además él mismo lo ha dicho en alguna entrevista, que él es, sustancial e ingénitamente, POETA. Por lo menos esta noche vamos a darle prioridad al gran poeta que hay en él, al gran poeta que es.

Cronológicamente, Rafael es coetáneo, por edad, del grupo más joven de los novísimos y de otros poetas que no aparecen en la antología de Castellet. Año arriba año abajo, es de la misma quinta que Guillermo Carnero, que Vicente Molina Foix, que Leopoldo María Panero, Antonio Colinas, Jenaro Talens, Marcos Ricardo Barnatán… Aunque Rafael comienza a publicar un poco más tarde por lo que yo, poéticamente, lo encuadro en el grupo senior de los postnovísimos, los autores que comienzan a publicar entre mediados y finales de los 70 y ya en los 80 como Luis Antonio de Villena, Jaime Siles, Luis Alberto de Cuenca o César Antonio Molina.

Su primer poemario es coetáneo con su primer libro de narrativa, de hecho pienso que su proceso creador, su gestación, debió ser simultánea, no lo sé, pero ambos aparecen respectivamente en 1979 y 1980. Evidentemente en 1979 ya estaba escrito “Los sitios interiores (Sonata urgente”) porque queda entre los finalistas del Premio Adonais de ese año que se falla en diciembre. Por lo que entiendo que cuando se publica “El grito”, “Los sitios interiores” ya está ultimado. Ese mismo año de 1979 también queda finalista un jovencísimo Miguel Velasco con “Sobre el silencio y otros llantos” y también otro poeta, valenciano como Rafael, Pedro Jesús de la Peña con “Teatro del sueño”. Pero es que en el bienio 1979-1980 se editan también toda una serie de libros fundamentales de la poesía española de la segunda mitad del siglo XX y algunos son óperas primas. “Taller del hechicero” de Aníbal Nuñez, “Otra escena /Profanaciones” de Jenaro Talens, “Ensayo de una teoría de la visión” de Guillermo Carnero, “Narciso en el acorde último de las flautas” de Leopoldo María Panero, “Hymnica” de Luis A. de Villena, “Mitos” de Abelardo Linares, “Poco importa romper con las alondras” de Manuel Rico, “Junto al agua” de Andrés Trapiello, “Maquillaje” de Pedro Casariego Córdoba, “La lentitud de los bueyes” de Julio Llamazares”, “Y ahora ya eres dueño del puente de Brooklyn” de Luis García Montero, y también Blanca Andreu con apenas 21 años gana el Adonais en 1980 con un poemario que nos deslumbró a todos, “De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall”.

Bien, la sola enumeración de estos títulos, incluido “Los sitios interiores”, en un espacio temporal tan breve, nos invita a una reflexión. Es un periodo que presenta rasgos no homologables, donde coexisten varias tendencias poéticas, varias concepciones estéticas, desde el culturalismo sesentayochista heredado a su vez de los novísimos a una tendencia más pop, una poética de corte más clásico o incluso una tendencia al neosurrealismo. Pero este será un breve interregno ante el avance de la llamada poesía de la experiencia que, muy pronto, va a hacer tabula rasa sobre toda esa diversidad poética. Yo no sé si ese liderazgo de la poesía de la experiencia tuvo algo que ver con que Rafa dejara de escribir poesía tras ese primer y prometedor poemario y no tengamos una nueva entrega lírica hasta 30 años después con “Maneras de volver” en 2009. A propósito de “Maneras de volver”, este ejemplar que Rafa tuvo la gentileza de regalarme hace unos días en Madrid con una más que generosa, excesiva diría yo, dedicatoria, pertenece ya nada menos que a la 8ª edición y creo que ha sido traducida a idiomas tan lejanos de nuestro entorno como el japonés. Eso sólo está al alcance de un poeta como Rafa Soler. Y desde “Maneras de volver” a esta antología que hoy presentamos han pasado 10 años más, o sea que este año se cumplen 40 años desde esa ópera prima en el ámbito poético de Rafael y 10 desde su vuelta con “Maneras de volver” . 40 años de buena literatura con un amplio paréntesis en medio de casi 25 años, donde Rafael no deja de escribir pero sí de publicar, y se convierte en algo así como el eterno ausente, hasta su vuelta. Yo pienso que hoy también debemos celebrar esta doble efeméride.

(Espacio para entrega de cuadernillo a Rafael)

Rafael pertenece a una rara especie de poeta, que es el poeta tardío. También Antonio Gamoneda pertenece a esta especie. Gana el Adonais en 1960 y no vuelve a publicar poesía hasta 1980, pero el caso de Rafael es un poco más extremo. Hay que tener en cuenta que los temas en poesía siempre son los mismos: el cancionero amoroso, la experiencia estética en los poetas de corte más culturalista, el paso del tiempo y la muerte. Lo que cambia es la forma del decir con una voz única, una voz personal y reconocible, una calidad distintiva, un manejo personal de los recursos poéticos y semánticos, una intensidad original o energía radical que es lo que llamamos estilo o voz poética, hasta crear un espacio propio, hasta que la poesía de uno se convierte casi un estado soberano. Yo tengo que reconocer que también soy un poeta tardío, bastante tardío y he tardado mucho en publicar mi primer y único libro por el momento. Ser poeta tardío en publicar tiene una ventaja y es que, por una cuestión meramente temporal, uno tiene menos tiempo para repetirse; lo cual, en poesía, es una gran virtud. Porque además, reinventarse en cada poemario sería una tarea imposible. Según dijo Jaime Gil de Biedma, un poeta no debiera publicar en toda su trayectoria poética más allá de seis o siete libros de poesía…siendo más benévolos que Gil de Biedma, hasta diez. Un poeta debe legar una obra poética esenciada. Novelas, uno puede escribir una por año, que no pasa nada, estamos contando una historia. Pero el ejercicio de abstracción, esa autenticidad que se le presupone a la poesía, ese tensar el lenguaje que requiere la poesía nos puede llevar a un vacio creativo y a la repetición. Así que uno tiene que medir muy bien y dejar una obra abarcable y esencial. Yo te oí, Rafael, en una entrevista o en una presentación algo parecido, que uno debía ser muy moderado en la publicación de su obra. En poesía uno necesita de recogimiento, de apartamiento, la poesía es un estado de excepción y uno no puede estar permanentemente en él, ni en el escaparate. Cada libro debe ser fruto de un periodo de maceración, no sólo del texto. También lo es de búsqueda, de reflexión y crecimiento personal. Yo, por lo menos, la poesía, la auténtica poesía, la entiendo así.

Y tras esos cinco títulos de poesía que antes he citado, tenemos esta antología que es como una síntesis de la obra poética de Rafael Soler. Además, los poemas están seleccionados por una persona que conoce muy bien a Rafael y a su obra, que es Lucia Comba, su mujer. No sé si sería exagerado decir que conoce mejor tu obra que tú mismo.

Leer después de quemar”, gran título para una antología poética. En Rafael los títulos de los poemarios no son una cuestión de capricho estético. Los títulos tienen en Rafael Soler un peso, un valor exegético al que hay que atender. Un poemario como “Maneras de volver” no se llama así por casualidad, tampoco el título “Las cartas que debía” es fruto de la improvisación, ni por supuesto lo es “Leer después de quemar”.

Esta antología no es una antología al uso, no sigue un orden cronológico, el orden es más bien temático, comienza con lo que podría ser el nacimiento del poeta y termina de forma natural, con la muerte, con la disolución del ser. Como muy bien ha dicho Rafael, cuando nos nacen y nos mueren y el poeta nos habla de lo que hay en medio de estos dos fogonazos. Hay una parte más existencial y una parte más amorosa. Los poemas se van integrando en cada una de las seis partes que no se corresponden con los libros de procedencia. A mí me contó Rafael que él no había intervenido en esta propuesta poética salvo en los títulos en que se estructura. Lucía, al reordenar los poemas y volcarlos nuevamente en los distintos epígrafes, lo que hace es dotar a “Leer después de quemar” de un corpus orgánico nuevo y unitario, de manera que estamos ante un libro de gran intensidad que se puede leer desgajado del resto de su obra, como si fuera un libro nuevo. Por eso, para quien no conozca la obra poética de Rafael, esta es la mejor manera de acercarse a ella. Y para quien la conozca, volver a reencontrarse con estos poemas reordenados de forma distinta, es una gozada e incluso los vemos bajo una luz nueva. Por eso casi diría yo que el mérito es compartido, entre Rafael y Lucía.

Hay poetas para los que lo importante es la idea y la atmósfera que consiguen crear, hay poetas que todo lo supeditan a un efecto final en el poema. Cuando has leído el primer poema de alguno de sus libros dices “uy que ocurrente…que bien” pero cuando llevas tres o cuatro poemas te das cuenta de que todo es lo mismo, y al quinto ya te vas directamente a los dos versos finales… porque ya has descubierto el truco. Leyendo esta antología, nos daremos cuenta de que Rafael es un poeta muy exigente, que talla cada verso como si fuera único.

Yo poco más tengo que decir, salvo recomendarles vivamente el libro de Rafael, donde vamos a encontrar a un hombre, a un poeta hecho en el amor, y que nos alumbra con la luz de su fuego. Podríamos decir como Walt Whitman de sus “Hojas de hierba”: “Camarada, esto no es un libro, quien toca esto toca a un hombre”. O Como Jaime Gil de Biedma en su prefacio a “Compañeros de viaje”: “Muy pobre hombre ha de ser uno si no deja en su obra – casi sin darse cuenta- algo de la unidad e interior necesidad de su propio vivir. Al fin y al cabo, un libro de poemas no viene a ser otra cosa que la historia del hombre que es su autor, pero elevada a un nivel de significación en que la vida de uno es ya la vida de todos los hombres, o por lo menos de unos cuantos entre ellos”. Y voy a dejar paso al poeta con unos versos suyos. Voy a leer un poema corto de “Las cartas que debía” y que en esta antología está en la parte “Perdidos en la misma cama” (Lectura de CUANDO PAGAS A CUENTA SIN TARJETA) y los versos finales de otro poema, también de “Las cartas que debía”, que no está en esta antología (aunque sí hay una referencia en el título de la última parte) y que equivalen a toda una poética:

escribo

porque cuerdo de atar estoy que vivo

y soy apenas lo que he sido

el otro que en silencio habla

y al que escucho cuando escucho sorprendido.

Nada más, buenas noches.

Texto de presentación de EL ÚLTIMO GIN-TONIC, de Rafael Soler, por Jesús Zomeño

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EL ÚLTIMO GIN-TONIC, por Jesús Zomeño

Todos amamos esas películas en las que el protagonista, en la cima del éxito, aparta toda su ambición y se dedica a otra cosa que en ese momento considera más importante para él. Nos gustan los personajes que lo dejan todo por amor, por sus hijos, por una vida tranquila… El cine nos ha enseñado a amarlos…., pero luego nos cuesta reconocer en la vida real a esos protagonistas.
Rafael Soler, sin embargo, es uno de esos personajes, de Frank Capra que, en un momento dado, se decantaron por la vida.

Por eso digo que no se confundan si no conocen mucho o nada a Rafael Soler, no crean que es porque ahora ha empezado a escribir. Tampoco piensen que, si nació en 1947 y aún no lo conocen, será porque es malo. No, eso no es cierto, Rafael Soler es un gran escritor. Como prevención para que no se equivoquen, les informo que esta novela en Valencia la presentó Ricardo Belveser y Fernando Delgado, y que en Madrid la presentó Luis Landero y el académico de la Real Academia Jose Maria Merino…. Palabras mayores que advierten de un escritor, excepcional.

¿Qué paso es que Rafael Soler comenzó con la literatura y aún no es un personaje popular en la televisión?
Rafael Soler nunca fue una promesa joven, sino que Rafael Soler fue un consagrado a los finales de los setenta y principios de los ochenta. Sobre todo sus novelas, «El grito» y «El corazón del lobo» fueron el eslabón perdido de la movida madrileña. Sin embargo, en pleno éxito, Rafael Soler de pronto dejó de publicar en 1985. ¿Por qué dejo de publicar? Entiendo que por dos motivos: El primero es porque él siempre ha intentado «estar más en la vida que en las antologías», como dice Fernando Beltrán. El segundo motivo para dejar de publicar, fue porque salió de los cojones.

Es esta una frase contundente (dejó de publicar porque salió de los cojones) y contiene, a su vez, dos matices: el matiz fanfarrón, ya que a Rafael no le importaba dejarlo porque sabía que lo podría retomar cuando quisiera, como así ha sido; pero también contiene esa frase un matiz mío, de reproche y protesta.
Su decisión, aunque personal y legítima, tuvo un efecto secundario que con el paso del tiempo uno se da cuenta; Hizo
lo anterior por la música Madrileña no solo música, diseño, cómic y una actitud brillante y desenfadada ante la vida; la Movida también tuvo sus apóstoles literarios, como Fernando Beltrán, en poesía, y, sobre todo, Rafael Soler, en prosa.
Fernando Beltrán y Rafael Soler eran amigos, por no decir que Rafael fue maestro de Fernando.
De la literatura de la movida se habla poco, porque de pronto el interés se centró en la «poesía de la experiencia». Sin embargo, poesía moderna y cinematográfica, suelta y brillante, la hubo y mucho, tanto en Madrid como en Valencia.
En 1982, hubo un choque de trenes en el Premio Adonais, el Primer Premio se lo dieron a Luis García Montero, con el libro «El jardín extranjero», cuya tercera parte, ya saben, fue un largo poema dedicado a Federico García Lorca; ya Fernando Beltrán lo dejaron con el acceso a «Aquelarre en Madrid», que de principio a fin es una oda frenética, desenfrenada y fresca, a las imágenes del alma y de la movida madrileña.
La poesía parece unificarse en aquella nueva «poesía de la experiencia», que tenía más continuidad que ruptura con los novísimos; y, por si fuera poco, Rafael Soler, que debiera haber liderado un movimiento alternativo, se tomó casi tres décadas sabáticas.

Tan lejos, y periféricos, en Elche también perdimos con aquello. En los años ochenta la literatura en Elche estaba muy próxima a la nueva estética de Rafael Soler o de Fernando Beltrán, y muy lejos de la académica «poesía de la experiencia», que se quedó atrás porque nosotros no queríamos analizar nuestra vida, sino que pretendíamos vivir y experimentar.
Los amigos que empezamos, nada teníamos que ver con Lorca o con la guerra civil. Nosotros hablábamos del neón, de los moteles, las mujeres fatales y los bares de madrugada … Un Julio Soler tan surrealista, desenfadado y provocador, no lo imagino, por ejemplo, hablando de la memoria del agua fresca de un botijo ​​debajo de la silla de su abuela. salvo que la abuela tiene los auriculares y está escuchando canciones de Machín en la versión cosacos del Volga.
En 1987, mi libro «Cuestión de Estética» podría haberlo camuflado como apócrifo, entre la obra de Rafael Soler, y Carlos Cebrián (ahora Javier Cebrián) publicó «Heroína», que podía ser presentado como «Aquelarre en Madrid». La generación valenciana de los ochenta, aquella a la que Fernando Garcín llamaba «Generación Espontánea», ya digo, no se movió en los claustros del instituto.

Por eso aquella poesía alternativa -y sin embargo, tan ilicitana-, la poesía de la movida, del cine, de la música pop, de la estética sin memoria … todo lo perdió a un tiempo de sus padres, cuando Rafael Soler decidió dejar de publicar.
Aunque como buen patriarca, que fue y sigue siendo, doy por hecho que Rafael Soler sabe cuidar los años y el año pasado aún no conocíamos pero cuando Rafael Soler fue jurado de los Premios de la Crítica Valenciana apostó por mi libro y no creo que «descubriera» mi prosa, más bien pienso que «reconoció» su propio estilo en mi libro.
Por eso, no hay que hablar de «encuentro», sino de «reencuentro», de feliz reencuentro.

Dicho lo anterior, me refiero brevemente a la novela de la noche «EL ULTIMO GIN-TONIC».

Dice Ricardo Berlveser que Rafael Soler es «un poeta metido a novelista», pero eso no es una técnica, sino un modo de ser.
Hay escritores que utilizan los recursos de la poesía y los aplicados a la prosa. Normalmente el resultado es almibarado … espeso, dulce y empalagoso.
Rafael Soler no es que usa los trucos de la poesía en su novela, lo que pasa es que Rafael es como es. Él es inteligente, culto y un gran literato, pero sobre todo lo que quiere decir es «comunicar», con el lector y compartir una historia. No hay discursos desde el estrado, son conversaciones en la barra de un bar.
¿Y por qué decimos que es un poeta metido a novelista? Porque lo que Rafael nos cuenta, lo que nos queda cuando llegamos al final y cerramos su libro, en definitiva, lo que nos queda son sentimientos.
Digamos que, en el fondo, Rafael Soler es un jodido sentimental, un amigo entrañable.

¿Y cómo trasmite esa poesía? Rafael es un lanzador de cuchillos.
Utiliza frases contundentes, imágenes cortantes, pero con un lenguaje educativo y coloquial. No hay metáforas enrevesadas, ni palabras de diccionario, ni frases inescrutables. Es un lenguaje claro y directo, ideas frescas y brillantes, aunque esa facilidad no es la reñida con el brillo de sus frases cortantes y metáforas contundentes.

Para expresar el amor, hay dos formas: Los dados te quiero, o regalas un ramo de flores. Usas la palabra o usas la imagen.
Hay escritores que buscan el extremo del ovillo y van tirando de él, con más o menos maestría, con más o menos monotonía, para guiarnos por un laberinto oscuro y contarnos una historia.
Hay otros escritores que no tiran del hilo, sino que sugieren historias. Son aquellos que llenan todo de imágenes para que el relato explote dentro del lector.
Rafael hijo de esta segunda clase de escritores, no se limita a contarte una historia, lo que quiere es lo que la historia crezca dentro del lector y para ello utiliza la sugerencia de las imágenes.
Por eso, los libros de Rafael se han visto desde dentro de uno mismo, el solo nos da las imágenes; a partir de esas imágenes, responde al estímulo y vemos y sentimos todo.

Por último, para referirme al contenido de la novela, empiezo a citar a Baudelaire:
«No hay objeto más profundo, más misterioso, más fecundo, más tenebroso, más deslumbrante, que una ventana iluminada por una vela. Lo que puede verse a la luz del sol es siempre menos interesante que lo que sucede detrás de un cristal. »
Este libro,» El último gin-tonic «, trata de cuatro días en la vida de una familia, en torno a una vela que es la muerte del patriarca.
Pero les advierto que se trata de una muerte moderna, no es el monólogo de «Cinco horas con Mario», una muerte oscura y un velatorio nocturno en una silla. Se trata de una muerte que ocurre, pero que no interrumpe nada. En el velatorio todos los participantes sin dejar de seguir el ritmo frenético de su propia vida.
Rafael nos asomó por la ventana de la casa de esa familia y, como decía Baudelaire, descubre lo más profundo, lo más fecundo, lo más tenebroso y deslumbrante.
Son cuatro días, doscientas páginas, asomados a la ventana de esa casa donde el abuelo, que fallece, se llama Moisés, el hijo Lucas, y los nietos Marcos, Mateo y Juan.
Hay una simbología bíblica, que parte del título, «El último gin-tónico», como si tratara de «La última cena». Pero, ya digo, no se asusten, porque el patriarca, es «republicano, ateo converso y amante del caribe», y es que al libro no le falta sentido del humor.