LIBRERÍA ALI I TRUC, ELCHE – 4-ABRIL-2019.
Buenas tardes, en primer lugar muchas gracias por su asistencia y a la librería AliTruc y a Paco Trigueros, como siempre, por acogernos en este espacio. Hoy celebramos un acontecimiento poético de primera magnitud que es la aparición de esta antología de Rafael Soler, “Leer después de quemar” y me van a permitir ustedes una especie de reflexión o de evocación personal que tiene que ver con las librerías y con la poesía. Las librerías son espacios mágicos. Para más de una generación de ilicitanos, AliTruc forma parte de nuestra educación sentimental. Hacia finales de la década de los 70, recuerdo haber comprado aquí mis primeros libros de poesía, los que orientaron mi vocación poética, y que aún hoy forman parte de mi humilde biblioteca. Recuerdo aquel primer número de Hiperión dedicado a la poesía de Cavafis en la traducción de José María Álvarez, a Hölderlin, a Rimbaud, a Whitman, a Cernuda, a Gil de Biedma, a Claudio Rodríguez. Esta librería lleva en marcha más de 40 años. Todos sabemos que las librerías son hoy lugares con muchos frentes abiertos y ello hace que también, además de espacios mágicos sean espacios periclitados. Yo espero que Alitruc siga en pie durante muchos años, por lo menos 40 más, porque tengo la seguridad de que si esta librería desapareciera, al día siguiente Elche sería, sin duda, un lugar mucho más feo.
Y volviendo a nuestro invitado de esta noche, Rafael Soler, qué voy a decir. Soy muy sincero cuando expreso que, para mí es un auténtico placer y un privilegio, también una gran responsabilidad, servir como pórtico junto a mi camarada Jesús, de un autor de la talla poética y humana de Rafa Soler. A Rafa lo tuvimos en esta misma librería el 15 de mayo del año pasado, presentando “El último gin-tonic” y casi un año después tenemos el privilegio de volverlo a tener con nosotros. Tener a Rafa cerca siempre es un privilegio. Rafa en las distancias cortas es un antídoto contra el tedio y la indiferencia, pero esa cercanía y ese encanto personal que te envuelve no debe hacernos olvidar que estamos ante una leyenda viva de la literatura escrita en castellano.
En los últimos años Rafael Soler ha ido conformando una de las propuestas poéticas más interesantes, sugestivas y hermosas del panorama literario español y es hoy un referente de la poesía española contemporánea y también internacional, ya que Rafael es un poeta muy apreciado en Latinoamérica. Y digo bien y resalto la condición de poeta de nuestro autor aunque todos sepamos que su obra integra también la narrativa, cultivada con gran éxito de público y crítica y cuya última muestra ha sido la novela “El último gin-tonic”. Rafael cuenta exactamente con 5 novelas (El grito, el corazón del lobo, El sueño de Torba, Barranco y El último gin-tonic) , 2 libros de relatos (Cuentos de ahora mismo y El mirador), 5 poemarios (Los sitios interiores, Maneras de volver, Las cartas que debía, Ácido almíbar y No eres nadie hasta que te disparan). Su obra poética se ha vertido en varias antologías aparecidas en América latina y esta que ahora se edita en España en esta elegante y bella edición de Olé Libros, “Leer después de quemar”, incardinada en una colección de antologías, “Vuelta de tuerca”. Este es el tercer número y han publicado ya Ricardo Bellveser y Jaime Siles. Y está previsto un cuarto número dedicado a Francisca Aguirre.
Rafael es un autor ambivalente, hay poetas que han incursionado en la novela y su narrativa tiene un sustrato poético. Este carácter formar parte del estilo y el sello personal de un autor. Pero Rafael es, como he dicho un autor ambivalente. Cuando escribe novela es un narrador puro y cuando su estado de ánimo se pone en “modo poeta” es un poeta puro. Sobre esa dicotomía del poeta-narrador, en una reciente entrevista, al preguntarle sobre cómo conviven en él las dos facetas, Rafael nos dice:
“Se conocen desde hace mucho, y se llevan bien, cada uno en su espacio. Hasta el día de la fecha, que yo sepa y me hayan contado, ningún incidente serio de convivencia, en esa especie de custodia compartida con que me atienden en esta edad ya de poco trote”.
Pero Rafael me va a permitir que yo diga, y además él mismo lo ha dicho en alguna entrevista, que él es, sustancial e ingénitamente, POETA. Por lo menos esta noche vamos a darle prioridad al gran poeta que hay en él, al gran poeta que es.
Cronológicamente, Rafael es coetáneo, por edad, del grupo más joven de los novísimos y de otros poetas que no aparecen en la antología de Castellet. Año arriba año abajo, es de la misma quinta que Guillermo Carnero, que Vicente Molina Foix, que Leopoldo María Panero, Antonio Colinas, Jenaro Talens, Marcos Ricardo Barnatán… Aunque Rafael comienza a publicar un poco más tarde por lo que yo, poéticamente, lo encuadro en el grupo senior de los postnovísimos, los autores que comienzan a publicar entre mediados y finales de los 70 y ya en los 80 como Luis Antonio de Villena, Jaime Siles, Luis Alberto de Cuenca o César Antonio Molina.
Su primer poemario es coetáneo con su primer libro de narrativa, de hecho pienso que su proceso creador, su gestación, debió ser simultánea, no lo sé, pero ambos aparecen respectivamente en 1979 y 1980. Evidentemente en 1979 ya estaba escrito “Los sitios interiores (Sonata urgente”) porque queda entre los finalistas del Premio Adonais de ese año que se falla en diciembre. Por lo que entiendo que cuando se publica “El grito”, “Los sitios interiores” ya está ultimado. Ese mismo año de 1979 también queda finalista un jovencísimo Miguel Velasco con “Sobre el silencio y otros llantos” y también otro poeta, valenciano como Rafael, Pedro Jesús de la Peña con “Teatro del sueño”. Pero es que en el bienio 1979-1980 se editan también toda una serie de libros fundamentales de la poesía española de la segunda mitad del siglo XX y algunos son óperas primas. “Taller del hechicero” de Aníbal Nuñez, “Otra escena /Profanaciones” de Jenaro Talens, “Ensayo de una teoría de la visión” de Guillermo Carnero, “Narciso en el acorde último de las flautas” de Leopoldo María Panero, “Hymnica” de Luis A. de Villena, “Mitos” de Abelardo Linares, “Poco importa romper con las alondras” de Manuel Rico, “Junto al agua” de Andrés Trapiello, “Maquillaje” de Pedro Casariego Córdoba, “La lentitud de los bueyes” de Julio Llamazares”, “Y ahora ya eres dueño del puente de Brooklyn” de Luis García Montero, y también Blanca Andreu con apenas 21 años gana el Adonais en 1980 con un poemario que nos deslumbró a todos, “De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall”.
Bien, la sola enumeración de estos títulos, incluido “Los sitios interiores”, en un espacio temporal tan breve, nos invita a una reflexión. Es un periodo que presenta rasgos no homologables, donde coexisten varias tendencias poéticas, varias concepciones estéticas, desde el culturalismo sesentayochista heredado a su vez de los novísimos a una tendencia más pop, una poética de corte más clásico o incluso una tendencia al neosurrealismo. Pero este será un breve interregno ante el avance de la llamada poesía de la experiencia que, muy pronto, va a hacer tabula rasa sobre toda esa diversidad poética. Yo no sé si ese liderazgo de la poesía de la experiencia tuvo algo que ver con que Rafa dejara de escribir poesía tras ese primer y prometedor poemario y no tengamos una nueva entrega lírica hasta 30 años después con “Maneras de volver” en 2009. A propósito de “Maneras de volver”, este ejemplar que Rafa tuvo la gentileza de regalarme hace unos días en Madrid con una más que generosa, excesiva diría yo, dedicatoria, pertenece ya nada menos que a la 8ª edición y creo que ha sido traducida a idiomas tan lejanos de nuestro entorno como el japonés. Eso sólo está al alcance de un poeta como Rafa Soler. Y desde “Maneras de volver” a esta antología que hoy presentamos han pasado 10 años más, o sea que este año se cumplen 40 años desde esa ópera prima en el ámbito poético de Rafael y 10 desde su vuelta con “Maneras de volver” . 40 años de buena literatura con un amplio paréntesis en medio de casi 25 años, donde Rafael no deja de escribir pero sí de publicar, y se convierte en algo así como el eterno ausente, hasta su vuelta. Yo pienso que hoy también debemos celebrar esta doble efeméride.
(Espacio para entrega de cuadernillo a Rafael)
Rafael pertenece a una rara especie de poeta, que es el poeta tardío. También Antonio Gamoneda pertenece a esta especie. Gana el Adonais en 1960 y no vuelve a publicar poesía hasta 1980, pero el caso de Rafael es un poco más extremo. Hay que tener en cuenta que los temas en poesía siempre son los mismos: el cancionero amoroso, la experiencia estética en los poetas de corte más culturalista, el paso del tiempo y la muerte. Lo que cambia es la forma del decir con una voz única, una voz personal y reconocible, una calidad distintiva, un manejo personal de los recursos poéticos y semánticos, una intensidad original o energía radical que es lo que llamamos estilo o voz poética, hasta crear un espacio propio, hasta que la poesía de uno se convierte casi un estado soberano. Yo tengo que reconocer que también soy un poeta tardío, bastante tardío y he tardado mucho en publicar mi primer y único libro por el momento. Ser poeta tardío en publicar tiene una ventaja y es que, por una cuestión meramente temporal, uno tiene menos tiempo para repetirse; lo cual, en poesía, es una gran virtud. Porque además, reinventarse en cada poemario sería una tarea imposible. Según dijo Jaime Gil de Biedma, un poeta no debiera publicar en toda su trayectoria poética más allá de seis o siete libros de poesía…siendo más benévolos que Gil de Biedma, hasta diez. Un poeta debe legar una obra poética esenciada. Novelas, uno puede escribir una por año, que no pasa nada, estamos contando una historia. Pero el ejercicio de abstracción, esa autenticidad que se le presupone a la poesía, ese tensar el lenguaje que requiere la poesía nos puede llevar a un vacio creativo y a la repetición. Así que uno tiene que medir muy bien y dejar una obra abarcable y esencial. Yo te oí, Rafael, en una entrevista o en una presentación algo parecido, que uno debía ser muy moderado en la publicación de su obra. En poesía uno necesita de recogimiento, de apartamiento, la poesía es un estado de excepción y uno no puede estar permanentemente en él, ni en el escaparate. Cada libro debe ser fruto de un periodo de maceración, no sólo del texto. También lo es de búsqueda, de reflexión y crecimiento personal. Yo, por lo menos, la poesía, la auténtica poesía, la entiendo así.
Y tras esos cinco títulos de poesía que antes he citado, tenemos esta antología que es como una síntesis de la obra poética de Rafael Soler. Además, los poemas están seleccionados por una persona que conoce muy bien a Rafael y a su obra, que es Lucia Comba, su mujer. No sé si sería exagerado decir que conoce mejor tu obra que tú mismo.
“Leer después de quemar”, gran título para una antología poética. En Rafael los títulos de los poemarios no son una cuestión de capricho estético. Los títulos tienen en Rafael Soler un peso, un valor exegético al que hay que atender. Un poemario como “Maneras de volver” no se llama así por casualidad, tampoco el título “Las cartas que debía” es fruto de la improvisación, ni por supuesto lo es “Leer después de quemar”.
Esta antología no es una antología al uso, no sigue un orden cronológico, el orden es más bien temático, comienza con lo que podría ser el nacimiento del poeta y termina de forma natural, con la muerte, con la disolución del ser. Como muy bien ha dicho Rafael, cuando nos nacen y nos mueren y el poeta nos habla de lo que hay en medio de estos dos fogonazos. Hay una parte más existencial y una parte más amorosa. Los poemas se van integrando en cada una de las seis partes que no se corresponden con los libros de procedencia. A mí me contó Rafael que él no había intervenido en esta propuesta poética salvo en los títulos en que se estructura. Lucía, al reordenar los poemas y volcarlos nuevamente en los distintos epígrafes, lo que hace es dotar a “Leer después de quemar” de un corpus orgánico nuevo y unitario, de manera que estamos ante un libro de gran intensidad que se puede leer desgajado del resto de su obra, como si fuera un libro nuevo. Por eso, para quien no conozca la obra poética de Rafael, esta es la mejor manera de acercarse a ella. Y para quien la conozca, volver a reencontrarse con estos poemas reordenados de forma distinta, es una gozada e incluso los vemos bajo una luz nueva. Por eso casi diría yo que el mérito es compartido, entre Rafael y Lucía.
Hay poetas para los que lo importante es la idea y la atmósfera que consiguen crear, hay poetas que todo lo supeditan a un efecto final en el poema. Cuando has leído el primer poema de alguno de sus libros dices “uy que ocurrente…que bien” pero cuando llevas tres o cuatro poemas te das cuenta de que todo es lo mismo, y al quinto ya te vas directamente a los dos versos finales… porque ya has descubierto el truco. Leyendo esta antología, nos daremos cuenta de que Rafael es un poeta muy exigente, que talla cada verso como si fuera único.
Yo poco más tengo que decir, salvo recomendarles vivamente el libro de Rafael, donde vamos a encontrar a un hombre, a un poeta hecho en el amor, y que nos alumbra con la luz de su fuego. Podríamos decir como Walt Whitman de sus “Hojas de hierba”: “Camarada, esto no es un libro, quien toca esto toca a un hombre”. O Como Jaime Gil de Biedma en su prefacio a “Compañeros de viaje”: “Muy pobre hombre ha de ser uno si no deja en su obra – casi sin darse cuenta- algo de la unidad e interior necesidad de su propio vivir. Al fin y al cabo, un libro de poemas no viene a ser otra cosa que la historia del hombre que es su autor, pero elevada a un nivel de significación en que la vida de uno es ya la vida de todos los hombres, o por lo menos de unos cuantos entre ellos”. Y voy a dejar paso al poeta con unos versos suyos. Voy a leer un poema corto de “Las cartas que debía” y que en esta antología está en la parte “Perdidos en la misma cama” (Lectura de CUANDO PAGAS A CUENTA SIN TARJETA) y los versos finales de otro poema, también de “Las cartas que debía”, que no está en esta antología (aunque sí hay una referencia en el título de la última parte) y que equivalen a toda una poética:
escribo
porque cuerdo de atar estoy que vivo
y soy apenas lo que he sido
el otro que en silencio habla
y al que escucho cuando escucho sorprendido.
Nada más, buenas noches.